Fiel y su Encuentro con Vergüenza
(Tomado de “El Progreso del Peregrino” de Juan Bunyan)
FIEL —Me encontré con un tal Vergüenza; pero entre los que he hallado en mi
peregrinación, me parece que éste es al que menos le cuadra su nombre. Otros
aceptan un no después de alguna argumentación; pero éste descarado nunca deja
de acosar.
CRIST. —Pues, ¿qué te dijo?
FIEL. — ¿Qué me dijo? puso objeciones a nuestra fe. Me dijo que era vergonzoso, vil y despreciable
ocuparse de la religión; que tener una conciencia sensible no era cosa de
hombres y que el que cuida tanto de sus
palabras y su conducta pierde la libertad y el orgullo que caracteriza a los espíritus
fuertes de estos tiempos y se convierte en el hazmerreir de todos. Me dijo también que muy pocos de los
poderosos, ricos y sabios han compartido mis ideas (1 Cor. 1:26; 3:18; Phil. 3:7, 8; Jn. 7.48) y que ninguno de ellos lo ha hecho excepto los que, entontecidos,
se dejaron convencer y se arriesgaron a perder todo por algo que nadie sabe qué
es. Tambien se burló de la baja y triste condición de los peregrinos de todas
las épocas y de su ignorancia y falta de comprensión de las ciencias naturales. Su argumentos fueron numerosos y prolongados diciendo cosas como, por ejemplo, que era una vergüenza llorar al oir un
sermón y sentirse quebrantado y compungido; también que era una
vergüenza pedir perdón al prójimo por faltas leves o restituir lo que uno se ha
robado. Añadió también que la religión hace que los hombres se separen de los grandes y poderosos solo por que estos tengan algunos "pequeños
vicios" (a los que él se refirió con nombres suaves) y encima hace que respenten y se asocien con gente de baja alcurnia sólo por que comparten la misma
fraternidad religiosa. “¿No es esto una vergüenza?”
exclamó.
CRIST. —Y ¿qué le contestaste?
FIEL. — Al principio no sabía qué decir, pues me sentí tan oprimido que
se me subió la sangre al rostro. La vergüenza casi me venció. Pero por fin
empecé a considerar que lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios
es abominación (Luc. 16.15). Que este Vergüenza
se preocupa mucho por los hombres y lo que estos dicen; pero no habla nada de Dios
y de lo que El dice en su Palabra. Pensé
que en el día el juicio no se nos ha de sentenciar a muerte o a vida según los espíritus
orgullosos del mundo, sino según la sabiduría y la ley del Altísimo. Por tanto—pensé—seguramente
es mejor lo que Dios dice, aunque se opongan a ello todos los hombres del
mundo.
Así que, puesto que Dios prefiere a los que le creen y prefiere una
conciencia sensible; puesto que los más cuerdos son los que se hacen necios por
el reino de los cielos, y un pobre que ama a Cristo es más rico que el más
poderoso del mundo que no le ama, mi conclusión fue decirle: ¡Aléjate de mí, vergüenza!
Eres un enemigo de mi salvación; ¿He de atenderte a ti con menoscabo de mi
Señor y Soberano? Si eso hago, ¿cómo podré mirarle cara a cara el día de su
venida? Si ahora me avergonzare de sus
caminos y de sus siervos, ¿cómo podré esperar la bendición?
En verdad que este Vergüenza era un villano atrevido. Con mucha dificultad
lo pude echar de mi compañía, y aun después me estuvo molestando con sus
visitas e insinuándome al oído una y otra de las flaquezas de los que siguen la
fe; pero por fin le hice comprender que perdía miserablemente el tiempo en este
negocio, porque las cosas que él desdeñaba, precisamente en ellas veía yo más gloria;
sólo así pude verme libre de sus importunidades.
Entonces, desahogando mi corazón comencé a cantar en alta voz:
Muchas pruebas tendrán
Los que obedecen la voz del cielo
Una y otra vez les tentarán.
Pruebas carnales y seductoras,
Por ellas podríamos perecer.
¡Alerta, peregrino! Sé lo que Dios te llamó a ser
Vigila, sé hombre y habrás de vencer.
CRIST. —Me alegro, hermano, que con tanta valentía hicieras frente a ese
bribón, porque él, entre todos, como dices, es a quien cuadra menos el nombre
que lleva. Es un atrevido que nos sigue por todas partes y procura avergonzarnos
delante de todos; es decir, quiere que nos avergoncemos de lo bueno. Si no
fuera tanto su atrevimiento, ¿cómo había de hacer lo que hace? Pero
resistámosle, porque a pesar de todas sus bravatas sólo consigue su objeto con
los necios, y con nadie más. Dijo Salomón: “Los sabios heredarán honra, pero
los necios sostendrán ignominia”.
FIEL. —Me parece que nos es muy necesario pedir a Aquél que quiere que
seamos valientes para la verdad en la tierra, que nos brinde su ayuda contra Vergüenza.
CRIST. —Dices verdad.
Advertencia Urgente y Compasiva a los Inconversos
(De “Un Tratado Sobre la Conversión” por Richard Baxter)
Aborrezco la predicación que omite lo verdaderamente
trascendente, y que en lugar de buscar el alivio de los que viven en la
miseria, sólo le endulzan el oído a la gente.
Si su casa se estuviese incendiando, sería un crimen si yo me pongo a
silbar y a danzar cuando debería estar apagando el fuego. Si los veo ahogándose en un barco que
naufraga, no sería sabio ponerme a predicarles un sermón erudito cuando debería
estarlos rescatando del peligro. Debo decirles
que no me interesa impresionarlos con palabras refinadas y amenas, pues lo que
busco es ayudarles a salir de la miseria de la vida inconversa.
Sé que para muchos el abismal peligro de una fatal destrucción significa
poco; por eso vengo a requerirles en el nombre del Señor que se detengan, que
no avancen más en los caminos del pecado, que consideren su condición y que se
vuelvan a Dios. ¿Vives en ignorancia, indiferencia
y mundanalidad? ¿Acaso no te das cuenta que Dios debe ser dueño de tu corazón?
¿No sabes que tienes un alma inmortal?
Despierta y mira hacia la eternidad, levanta el ojo de la fe y mira lo
que hay en ella: gozo o tormento eterno.
¿Has vivido para la carne, como si no hubiese nada de qué preocuparse?
¿Piensas que es exagerado prepararse para la eternidad? En una palabra, ¿Está tu corazón más
arraigado a la vida presente en la tierra que a la futura con Dios en el cielo? Si esto es así, no te engañes con vanas
esperanzas. No tardes un solo día más; vuélvete ahora de tu error y cree a la Palabra
de Dios, no sea que venga destrucción. Dios dice, “si vives conforme a la carne, morirás”
(Rom 8.13). “He aquí, los que se alejan
de Dios perecerán; Tú destruirás a todo aquel que de ti se aparta” (Sal.
72.27). ”Donde está tu tesoro, allí estará su corazón” (Mat. 6.21).
¿Qué dices a esto? ¿Renunciarás a los deseos de la carne, al amor al
mundo, a la negligencia, al descuido y a la impiedad, o no? ¿Dejarás de tolerar una vida de muerte
espiritual, en amistad con el pecado poniendo en peligro tu alma? ¿Te someterás
al poder del Espíritu para convertirte? ¿Dejarás de resistir a la gracia que te
puede rescatar? Te pido que no seas
sordo a este llamado. Deja a te corazón
responder: Sí o No.
¿Se atreve alguno a decir que no? Espero que tú no.
Pero si tu corazón calla, es como decir no.
No me hables de tus deseos y propósitos apáticos, ni me digas que algún
día dirás sí. Esos vacilantes y mediocres deseos han llevado a miles de almas a
perecer en la miseria infinita. Dios
espera resoluciones firmes e inmediatas.
¿Qué dices a esto? ¿Estás resuelto a volverte a Dios o no? Piensa bien lo que responderás, porque Dios
te ve y conoce tu corazón. No caviles entre dos pensamientos; si Baal es Dios,
síguelo; si la carne y el mundo te hacen feliz, síguelos. Pero si el Señor es
Dios, síguelo a Él (1 Reyes 18.21).
No me evadas diciendo que mañana u otro día te
convertirás, como si ahora no fuese el tiempo, o no pudieras dejar tu pecado
ya. Ninguna resolución es sincera si no
es inmediata; el que tolera su pecado un día más, lo hará un año más, o siete,
o hasta el final de su vida. El que no
se acerque a Cristo hoy, no lo hará nunca de su voluntad. Nadie ama a Dios si no lo hace deseando ser
como Dios quiere que sea. Así que, de
nuevo pregunto, ¿Estás resuelto a volverte de inmediato, o no? Este es el tema que he venido a tratar, y no
estoy dispuesto a dejarlo a medias, a menos que respondas positivamente que te
volverás a Dios, o que me presentes tu categórica y vergonzosa negativa.
Mis palabras te dejarán mejor si te conviertes. Pero si no, te dejarán peor, pues ya no tendrás excusas como las que tenías antes de escucharme; y la respuesta negativa que des hoy será testigo en contra tuya en el día del juicio.
Mis palabras te dejarán mejor si te conviertes. Pero si no, te dejarán peor, pues ya no tendrás excusas como las que tenías antes de escucharme; y la respuesta negativa que des hoy será testigo en contra tuya en el día del juicio.
Las Luchas Internas y la Victoria del Creyente Contra el Pecado
En su camino hacia la Ciudad Celestial, Cristiano, el personaje de "El Progreso del Peregrino," después de muchos conflictos llega fatigado al "Palacio Hermoso" que el Señor de la
Ciudad Celestial edificó para que los peregrinos descansaran de las
dificultades del camino. Al llegar, el vigilante
lo introduce a la familia de la casa que incluye una joven virgen llamada
Prudencia. En su conversación con Prudencia,
Cristiano revela cuáles son sus luchas internas contra el mundo y su pecado y
cuáles son medios con los que logra la victoria.
Prudencia tomó la palabra y le preguntó:
¿No piensas de vez en cuando en el país de dónde vienes?
—Sí, señora; aunque no sin mucha vergüenza y repugnancia.
La verdad es que si deseara regresar he
tenido tiempo y oportunidades de hacerlo pero aspiro a otra patria mejor: la
celestial.
—¿No conservas algunas de las cosas
en las que vivías antes?
—Sí, señora, aunque contra mi
voluntad. Conservo especialmente las ideas
carnales internas que tanto me complacían a mí y a mis paisanos en la Ciudad de la
Destrucción. Pero todo eso es ahora aflicción
para mí. Si yo pudiera, elegiría no
pensar en esas cosas nunca más; sin embargo, cuando debería de hacer lo mejor,
veo en mi lo que es peor.
—¿Y no experimentas a veces victoria contra esas cosas que tanto te llenan de confusión?
—Sí, pero raramente; y el tiempo durante el cuál eso sucede es de oro para mí.
—¿Has logrado identificar cuáles
son los medios por los cuales logras en ciertos momentos sobreponerte plenamente a esas cosas que tanto te perturban?
—¡Oh, sí! Es cuando pienso en
lo que me sucedió al pie de la cruz y lo que vi
allí; cuando contemplo este vestido bordado de justicia que me fue dado entonces; cuando medito en el libro que llevo en mi regazo y cuando
se enciende en mí el pensamiento de lo que me espera en el lugar hacia donde voy. Es entonces cuando noto que se disipan esas
cosas que tanto me molestan.
—¿Y por qué ansias tanto llegar
al Monte Sión?
—¡Ah! Porque allí espero ver
vivo al que hace poco vi colgado en el madero; allí confío verme completamente
libre de lo que ahora me molesta tanto. Allí
he oído decir que ya no hay muerte y que habitaré en compañía que aquellos con
los que más me agrada estar. Ade
más, ansio llegar alla por que amo mucho al que con su muerte quitó mi carga y porque mi corrupción interna actual me causa mucha molestia. Quiero estar en ese país donde ya no habrá muerte y conde tendré
por compañeros a los que sin cesar cantan: “Santo, Santo, Santo.”
El Método de Svidrigaylov: Palabras Fingidas y Adulación en la Predicación
Por Víctor García
Svidrigaylov,
uno de los personajes de la novela “Crimen y Castigo” de Feodor Dostoievsky, era
un hombre inescrupuloso y manipulador con toda la apariencia de ser un noble caballero. En un raro momento de honestidad se puso a explicar con cinismo
y precisión lo que pensaba acerca la verdad y de cómo tratar con la gente:
En este
mundo no hay nada más difícil que hablar con la verdad, y nada más fácil que
ser un adulador. Cuando se habla la verdad basta una mínima nota falsa para
que haya problema. Pero cuando se usa la adulación, aunque todas las notas sean
falsas, el efecto es agradable y a la gente le gusta oír. Por ridícula que sea
la adulación, siempre aunque sea en parte, suena a verdad. Esto funciona con
gente de todo nivel social o cultural. Con adulación se seduce a una virgen
inocente, no digamos a la gente común (Parte 6,
cap. 4).
Svidrigaylov
obtenía placeres y ganancias con su filosofía, engañando a muchos. A través de este
personaje, Dostoievsky nos muestra cómo el egocentrismo hace a la gente
vulnerable a la manipulación de los inescrupulosos.
Tal
filosofía es vil, pero es real; es la base de la vida mundana. Es así como los
disolutos, los mercaderes, los políticos y los líderes deshonestos logran sus
metas. Sin embargo, éste no es un método moderno; es tan antiguo como la tendencia
de los hombres a escoger la adulación antes que la verdad. Y si tal cosa nos
suena familiar es porque la serpiente usó este método para seducir a Adán y a
Eva y separarlos de Dios.
Con el poder
de la adulación y la dificultad para hablar la verdad, no es extraño que el
Evangelio de Cristo se contamine cuando cae en manos de predicadores
inescrupulosos. Pablo habló de esto: “Pues no somos como muchos, que prosperan
falsificando la palabra de Dios” (2 Cor. 2.17). Los predicadores fieles como Pablo no usan el “método
de Svidrigaylov;” sin embargo, éste abunda en el mundo religioso pues muchos lo
usan. Por eso sabemos que la adulación y el engaño no se limitan a las plataformas
políticas, a los negocios o a los antros de vicio, sino que también invaden los
púlpitos. Dios lo dice en su Palabra.
Los hombres,
en su amor por la adulación están dispuestos a cambiar la verdad por la
mentira. De allí surge esa “sabiduría” a la que Dios llama necedad (Rom.
1.22-23, 25), la cual hace que la gente admire y siga a maestros falsos, de los
cuales está plagado el cristianismo contemporáneo. La Biblia describe esta condición: “vendrá tiempo
cuando (las multitudes religiosas) no sufrirán la sana doctrina, sino que
teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias
concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas”
(2 Tim. 4.3-4).
Esa es la
condición de las masas que llenan muchas iglesias en nuestros días,—gente que
se complace en oír hablar de Dios, cantar de Dios, emocionarse con Dios y ser
bendecida por Dios, pero que no quiere oír la verdad bíblica porque no la
soporta. Y cuando existe esa condición, el resultado es la abundancia de maestros
falsos que dicen lo que la gente quiere oír, omitiendo la verdad, porque
después de todo, la gente no busca eso. Es aquí donde vemos la manifestación de
la filosofía y el método de Svidrigalov entre los cristianos.
Así que, la
gente que busca adulación, entretenimiento y sermones suaves, atrae a maestros
deshonestos y astutos. Y esta atracción aunque destructiva, es lamentablemente
muy popular. Por eso es importante cómo
oímos y a quién oímos. Es vital que examinemos la condición e inclinaciones de
nuestro corazón al oír la Palabra, y que maduremos en el temor de Dios y el
conocimiento de la Biblia para juzgar con discernimiento espiritual a los que
nos predican, no sea que estemos oyendo con placer a un Svidrigaylov.
Pedro dice: “Pero
hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros,
que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negaran al Señor
que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos
seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será
blasfemado. Y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas”
(2 Pedro 2.1-3).
Retrato de un Verdadero Ministro del Evangelio
La primera cosa que Cristiano, el principal personaje del “Progreso del
Peregrino” de Juan Bunyan, aprendió en la Casa del Interprete (que representa
al Espíritu Santo) fue la necesidad de distinguir a los verdaderos ministros de
Dios. Esta es el cuadro que vio al
respecto:
Cristiano vio colgado en la
pared un cuadro que representaba una persona seria, con sus ojos elevados al
cielo, con el mejor de los libros en sus manos, la ley de la verdad escrita en
sus labios, y su espalda vuelta al mundo. Se hallaba de pie, con la actitud de persuadir
a los hombres, y se veía en su cabeza una corona de oro.
“¿Qué significa esto?” Preguntó
Cristiano.
Interprete le respondió, “El
hombre representado en esta pintura es uno entre mil. Uno que puede decir en
las palabras del apóstol: ‘Aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tenéis muchos
padres; porque en Cristo Jesús yo os engendré por el Evangelio’. Lo ves con los
ojos mirando al cielo, con el mejor de los libros en sus manos, y con la ley de
la verdad escrita en sus labios para enseñarle que su misión es entender y explicar
a los pecadores las cosas profundas de Dios.
Además está en pie porque su trabajo es persuadir a los hombres a venir
a Dios. Tiene la espada vuelta al mundo
y una corona en su cabeza para hacerte entender el desprecio y el poco valor
que le da a las cosas presentes por amor al servicio de su Señor, y que por
ellos tendrá la corona como premio en el mundo venidero.”
“Te he enseñado este
cuadro,” añadió el Intérprete, “porque el hombre en él representado, es el único
autorizado por el Señor del lugar que buscas, para que sea tu guía en todos los
lugares difíciles que has de encontrar.
Por lo tanto pon cuidado a lo que has visto, no sea que en el camino te
encuentres con alguno que con pretexto de
dirigirte bien, te encamine a la muerte.”
Vida de Compromiso con la Comunidad
Por R.C. Sproul Jr.
La membresía y comunión cristiana no se refieren sólo a nuestra unión
con Cristo, sino a nuestra unión unos con otros. Estas dos cosas están siempre inseparablemente
unidas. Tú no puedes unirte a Cristo sin
unirte a su pueblo, ni unirte a su pueblo sin unirte a Él. La comunión no es sólo Jesús y yo, ni sólo
mis hermanos y yo. Es Jesús, mis
hermanos y yo.
Esto es lo que se llama “la comunión de los santos,” un
término que describe el carácter de esta comunión. La iglesia está compuesta de santos, y estos
no son simplemente un grupo de gente que piensa igual, sino los miembros de un
cuerpo espiritual que se alimenta del cuerpo de Cristo, entregado por nuestros
pecados.
Puesto que nuestros hermanos en la fe son miembros
del cuerpo de Cristo, debemos verles como Cristo les ve, es decir, como gente
que está en comunión con Él. Cuando el
Padre nos ve a nosotros, Él ve a Cristo, por causa de nuestra unión con Él. Cuando nosotros vemos a nuestros hermanos
debemos verles así. Eso no siempre es
fácil. Por eso muchos dicen, “amar a
Cristo es fácil, lo difícil es amar a los cristianos.” Lo que vemos en la iglesia no siempre es
maravilloso y fácil de amar. Nos
irritamos unos a otros, y peor aún, pecamos unos contra otros. ¿Cómo puede ser dulce la comunión cuando hay
que luchar contra la contención y la amargura dentro de la iglesia? La respuesta está en el Evangelio.
Cuando
creemos el Evangelio, creemos que Dios ha juzgado los pecados que nuestros hermanos cometen contra
nosotros. También creemos y sabemos que
nosotros somos absolutamente indignos, que somos pecadores y nos ofendemos unos
a otros. De modo que cuando no nos
tratan con la dignidad y el respeto que merecemos, ya no nos ofendemos porque
sabemos que en realidad no merecemos ninguna dignidad ni respeto. Sabemos lo que somos y sabemos que Jesús
recibió el castigo que nos correspondía a nosotros. Así aprendemos a
perdonarnos unos a otros de la misma manera que esperamos que Él nos perdone.
Un Fundamento Podrido
¡A la Ley y al Testimonio!
(traducido de John Owen: “The Duty of Pastors and People Distinguished)
(traducido de John Owen: “The Duty of Pastors and People Distinguished)
El pueblo de Dios no solo debe escudriñar la Escritura
sino examinar y probar con ella la doctrina que se le enseña desde los pulpitos. Los cristianos no deben ser como “niños fluctuantes, llevados por
doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para
engañar emplean con astucia las artimañas del error (Efesios 4.14).”
No todo lo que se enseña desde los pulpitos es el verdadero Evangelio...
¿Qué hay
que hacer entonces? ¿Ceder a cada halito y soplido de falsa doctrina? ¿O más bien probar las doctrinas por la
Palabra de Dios y desecharlas como la sal que ha perdido su sabor si no se ajustan a ella ? ¿No debe el pueblo guardarse
de “los falsos profetas, que vienen
a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces (Mat.
7.15)?” ¿Y cómo se hace esto? ¿Qué forma
hay de probar estas doctrinas por su regla verdadera?
En esto días malos que vivimos escucho diariamente
a los cristianos quejarse de que hay tantas diferencias y contradicciones entre
los predicadores que no se sabe que hacer ni que creer. Mi respuesta es: cumple tu responsabilidad y vas a acabar con ese problema. ¿Acaso hay contradicciones en el libro de Dios? No apoyes
tu fe en las opiniones de los hombres; la Biblia es la piedra angular.
Que haya tantas diferencias entre los maestros es culpa de ellos que deberían pensar la misma cosa. Pero que esto sea tan conflictivo para tí es
tu culpa por descuidar tu responsabilidad de probar todas las cosas por la
Palabra de Dios.
¡Qué triste tu condición si dependes de la
autoridad de los hombres para las cosas celestiales! El que edifica su fe sobre los predicadores,
aun sobre los que predican la verdad, y pretende creerla, ciertamente no tiene
fe sino una opinión inconstante, edificada sobre un fundamento podrido. Así que cualquier cosa que se te enseñe debes ir con ella "¡a la ley y al testimonio! Y si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido (Isaías 8:20)."
El 7 de febrero 2012 Johnny Farese envió la nota que leerán a continuación. Johnny
es un hombre de Dios que nació con atrofia espinal muscular y es paralitico de
brazos y piernas. A pesar de eso, vive
una vida productiva sirviendo a cientos de pastores y líderes reformados y a
miles de personas alrededor del mundo a través de su página en el internet. En su nota nos comunica que su salud está
decayendo y nos envía una exhortación que todos debemos considerar, sea que
estemos sanos o enfermos. (Para visitar su pagina opriman en: farese.com.)
Queridos hermanos:
En la
providencia y en la soberana sabiduría de Dios mi salud está decayendo progresiva
y cada vez más rápidamente. La cita de
Carlos Spurgeon abajo expresa adecuadamente la exhortación que me gustaría ofrecerles
mientras soy santificado por esta prueba y proceso tan
dificultosos.
Si tengo algún mensaje que darles desde
mi lecho de enfermedad es este – si no desean lamentarse cuando se vean obligados a estar postrados, trabajen para Dios mientras puedan.
Si desean que su cama sea más suave cuando estén enfermos no dejen que sea un lugar lleno de recuerdos tristes por el tiempo que perdieron cuando tenían salud y energía. La gente me decía años atrás cosas como: “vas
a quebrantar tu organismo predicando diez veces a la semana.” Bueno, si hice eso, me siento feliz de haberlo hecho. Lo haría de nuevo. Si tuviera cincuenta organismos me regocijaría
en quebrantarlos por servir al Señor Jesucristo. Ustedes jóvenes que son fuertes, venzan al
maligno y luchen por el Señor mientras puedan.
Nunca lamentarás haber hecho todo lo que hayas podido por nuestro bendito Señor
y Maestro. Llena tanto como puedas tu día
sirviéndolo y no pospongas el trabajo para mañana. "Todo lo que te viniere a la mano para hacer,
hazlo según tus fuerzas" (Eclesiastés
9:10).
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