Por J.R. Miller (1905)
El Señor es mi pastor,
nada me faltará (Salmo 23.1)
La figura del pastor
es una imagen favorita para ilustrar el amor y el cuidado de Dios hacia su
pueblo. En el Antiguo Testamento, el salmo 23 agrupa la plenitud de esta
maravillosa verdad en líneas exquisitas apreciadas por jóvenes y por viejos en cualquier lugar donde la Biblia es conocida. Igualmente,
en el Nuevo Testamento, cuando nuestro Señor quiso dar a sus amigos las más
dulces muestras de su corazón hacia ellos y de lo que ellos significaban para Él
les dijo, "Yo soy el Buen Pastor."
El pastor hebreo vivía con su rebaño. Si venia una tormenta,
él estaba con sus ovejas. Si estaban bajo azotes y dificultades, también las protegía.
De la misma manera, Cristo vive con su pueblo. Él entra en la más cercana relación
con ellos.
El pastor conoce su rebaño. Él tiene un nombre
para cada una de ellas y a cada una la llama por su nombre. De la misma manera,
Cristo conoce a cada uno de sus amigos de una manera intima y personal. Él conoce tanto nuestras virtudes como lo
peor que hay nosotros -- conoce nuestras faltas, nuestros pecados y nuestros extravíos.
Pero aun así, sabiendo cómo somos, nos ama y nunca se cansa de nosotros.
El pastor es tierno con sus ovejas. Él no las empuja
sino que va delante de ellas y las guía. Cuando necesitan descanso en el
camino, las hace reposar y escoge para ellas lugares de reposo, no caminos
arenosos sino pastos delicados. Él es especialmente tierno con los corderitos recién
nacidos; los toma en sus brazos y los lleva con Él en su seno. Esto nos brinda
una exquisita imagen de la compasión de nuestro Buen Pastor en su cuidado por
su rebaño. Él considera compasivamente a las ovejas débiles; ama a las enfermas
y azotadas y las pone en su regazo. Cualquiera que sea la necesidad, siempre
hay algo en el corazón de Cristo que satisface la necesidad y suple la falta de
los suyos.
El pastor defiende a su rebaño de todo peligro. Con
frecuencia los pastores hebreos tienen que arriesgar su seguridad y aun su propia
vida para proteger a sus ovejas. Así, nuestro Buen Pastor dio su vida por sus
ovejas.
Las ovejas de Cristo están
completamente seguras bajo su
cuidado. El Señor dice, "Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, ni nadie las
arrebatará de mi mano" (Juan 10.28). Al final, Él llevará a su rebaño sano y salvo a su morada eterna "y serán un rebaño y un
Pastor."
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