La Causa de la Adoración Mediocre

Adaptado de un artículo de John Piper

 Cuando ofrecéis el animal ciego para el sacrificio, ¿no es malo?  Asimismo cuando
ofrecéis el cojo o el enfermo, ¿no es malo?...Maldito el que engaña, el que teniendo
 machos en su rebaño, promete  y sacrifica a Jehová lo dañado, porque yo soy
el Gran Rey y mi nombre es temible entre las naciones (Malaquías1.8).

El libro de Malaquías nos enseña que la adoración mediocre está conectada a la incapacidad de ver y sentir la grandeza de Dios. 

Cuando Dios dice a los Israelitas “Yo os he amado…,” (1:2) ellos le responden con insolencia diciendo, “¿En qué nos has amado?”   Dios, en lugar de decirles, “yo les perdoné, les cuidé, les proveí” (lo cual es verdad), les recuerda cómo Él los escogió libre y soberanamente: “¿No era Esaú hermano de Jacob? dice Jehová, y amé a Jacob, y a Esaú aborrecí.”  Con esto Dios les está mostrando que su amor no es primariamente algo tierno y cálido, sino algo grandioso, extraño y temible, manifestado en su elección soberana.  Dios les está diciendo, “Mi amor por ti es incondicional y soberano, pues Esaú, siendo tu hermano, tenía el mismo derecho que tú a reclamarlo, sin embargo, es a ti a quien yo escogí.”  En otras palabras, ante el problema de la adoración negligente, Dios le muestra a Israel la grandeza de su amor soberano. 

Pero Dios también les habla de su paternidad diciendo: “Si, pues, soy yo padre, ¿dónde esta mi honra?”  Aquí, en lugar de referirse a su ternura y compasión paternal, y preguntarles, “¿dónde está tu afecto?”, Dios se enfoca en la majestad de su paternidad y pregunta “¿dónde está mi honra?”

Así que la incapacidad de sentir la grandeza del amor soberano y de la majestuosa paternidad de Dios son las principales causas de la adoración mediocre. 

La grandeza de Dios en particular es crucial en la adoración.  Tú puedes ser dueño de un caballo excepcionalmente veloz y hermoso, o de un perro tan inteligente como Lassie, que haya salvado cientos de vidas.  Pero aunque los quieras inmensamente, no por eso te arrodillarías a adorarlos.  Igual con un amigo; por más que lo aprecies y estés unido a él, jamás lo adorarías.  ¿Por qué? Porque el elemento indispensable para la adoración es la grandeza, la majestad y la supremacía. 

Por eso, el desconocimiento de la soberanía del amor de Dios y de la majestad de su paternidad estropea la adoración.  Y Dios no se complace en los que le adoran mediocremente porque siendo Él un Dios grande y temible entre las naciones (1:11, 14) no tolera que se le ofrezca un sacrificio descuidado que no reconozca su temible grandeza.   Así que, el origen de la adoración mediocre reside en la falta de visión y sensibilidad para con la grandeza de Dios.

            Pero, ¿cómo es que esta falta de visión y sensibilidad causan una adoración mediocre?  La respuesta es que esto hace que la persona se aburra de Dios y se deleite con el mundo.  Si tú no ves ni sientes la grandeza de Dios, te parecerá que las cosas que se compran con dinero son grandes y apasionantes.  Si no conoces la luz del sol, te impresionarás con los semáforos.  Si nunca has visto ni haz sentido el poder y el resplandor de una tormenta de rayos, te impresionarás con los fuegos artificiales.
Igualmente, si eres ciego a la grandeza y majestad de Dios, te enamorarás de este mundo, de sus sombras y sus placeres temporales.  Esto es lo que vemos en Mal. 1:13: “Habéis además dicho, ¡Oh qué fastidio es esto!  Y me despreciasteis, dice Jehová de los Ejércitos, y trajisteis lo hurtado, o cojo, o enfermo, y presentasteis ofrenda.   ¿Aceptaré yo esto de vuestra mano? dice Jehová.”

Nuestro corazón siempre está buscando algo que atesorar; y si no lo encuentra en el cielo, lo encontrará en la tierra.  Por eso, los que adoran mediocremente se aburren de Dios y cuando llega el tiempo de escoger corderos para traerlos al altar, ¿qué es lo que traen?  Traen corderos enfermos, cojos o robados para que les salga barato.  ¿Por qué? Es obvio.  Los buenos corderos se venden mejor y estas personas aman el dinero más que a Dios. 

Así que la adoración mediocre se debe a la falta de visión y sensibilidad de la grandeza de Dios. Y cuando eso sucede, Dios parece aburrido, el mundo deslumbrante y la adoración…bueno, ésta puede ser útil socialmente para guardar una piedad aparente, pero ¡Oh, cómo palpita el corazón por las cosas del mundo!

Una Oración Arminiana

Estoy seguro que ustedes nunca han escuchado, ni van a escuchar, una oración como la siguiente que Carlos Spurgeon compuso para demostrar lo que hay detrás del arminianismo.  

Los arminianos repudian y contradicen la soberanía absoluta de Dios que la Biblia enseña.  Ellos dicen creer que Dios es soberano, pero en el fondo creen más en la soberanía de la voluntad humana que en la de Dios.  Para ellos el libre albedrío y la voluntad humana son la piedra angular de la salvación; la gracia es necesaria, pero el factor determinante es la voluntad del pecador; es el hombre quien decide, no Dios.  Dios ha planeado y provisto todo para la salvación, pero el hombre lo puede arruinar simplemente con decir no.  ¿Y el poder y soberanía de Dios?  ¿Y la eficacia del sacrificio de Cristo?  Bueno, tienen que someterse a la voluntad humana. En otras palabras, la gloria de la salvación es compartida entre la gracia de Dios y la voluntad humana.

Si ellos expresaran esto abiertamente en sus oraciones estas sonarían algo como la siguiente oración:

Señor, te doy gracias que no soy como uno de esos arrogantes calvinistas.  Yo nací con un glorioso libre albedrío; nací con el poder para buscarte por mi propia voluntad y he usado bien esa capacidad; si todos hicieran lo mismo, todos podrían ser salvos.  Señor, yo se que tú no nos haces desear si nosotros no deseamos por nosotros mismos.  Tú das gracia a todos pero no todos la aprovechan.  Hay miles que habiendo sido comprados con la sangre de Cristo como yo lo fui, se van a ir al infierno; ellos recibieron del Espíritu Santo tanto como yo, fueron tan convertidos y bendecidos como yo, pero no fue tu gracia la que determina el destino de nuestras almas sino la decisión que cada uno toma.  Yo se que la gracia hace una diferencia, pero somos nosotros quienes así lo determinamos.  Yo usé lo que tu me diste; otros no lo hicieron.  Esa es la diferencia entre ellos y yo.  

Muchas oraciones, aunque no lo dicen exactamente así, suenan similares a esto.   Es hacia allí hacia donde la doctrina arminiana conduce.    

La Alegría Trágica del Pecador

¿Qué pensarían ustedes si entraran en la celda de un condenado a muerte, y vieran al reo sentado en su celda riéndose muy feliz? Ustedes dirían: "Ese hombre es un insensato, pues ya ha sido condenado y va a ser ejecutado; sin embargo, cuán feliz está."

¡Ah! ¡Y cuán insensato es el hombre del mundo, quien, aunque tiene una sentencia registrada en su contra, vive muy contento! ¿Piensas tú que la sentencia de Dios no se cumplirá? ¿Piensas tú que tu pecado, que está escrito para siempre con una pluma de hierro sobre las rocas, no contiene horrores en su interior? Dios dice que ya has sido condenado. Si tan sólo pudieras sentirlo, esto mezclaría gotas amargas en tu dulce copa de gozo; tus bailes llegarían a su fin, tu risa se convertiría en llanto, si recordaras que ya has sido condenado.

Todos nosotros lloraríamos si grabáramos en nuestras almas la verdad de que por naturaleza no tenemos vida ante los ojos de Dios; que, fuera de Cristo, estamos en realidad positivamente condenados; que tenemos una sentencia de muerte en contra nuestra, y que somos considerados por Dios tan muertos como si en realidad ya hubiésemos sido arrojados al infierno. No hay necesidad de que Dios nos condene pues ya hemos sido condenados por el pecado y por la ley.

Aun no hemos sufrido el correspondiente castigo, pero la sentencia ya está escrita y estamos legalmente muertos. Y jamás podremos encontrar vida a menos sino es en la persona de Cristo…

Lecciones del Padre Nuestro


1.      El Padre Nuestro ofrece principios para la oración personal, pero en esencia es una oración para hacerla en comunión unos con otros.  No es “Padre mío,” sino “Padre Nuestro.”  

2.      El Padre Nuestro nos enseña con qué actitud debemos orar:
  1. Una actitud de profunda intimidad y confianza: “Padre nuestro.”
  2. Una actitud de sumisión y temor reverencial: “que estás en los cielos.”  
3.      El Padre Nuestro nos enseña que la oración debe estar llena de adoración:
  1. Comienza pidiendo por la gloria de Dios: “santificado sea tu Nombre.”
  2. Termina glorificando a Dios: “porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria por todos los siglos. Amén.”
4.      El Padre Nuestro consiste de siete peticiones:
  1. Una por la gloria de Dios: “santificado sea tu nombre.”
  2. Una por el reino de Dios: “venga tu reino.”
  3. Una por la realización de la voluntad de Dios en la tierra: “hágase tu voluntad.”
  4. Una por nuestras necesidades materiales: “danos hoy el pan nuestro de cada día.”   
  5. Una por el perdón de pecados cometidos: “perdona nuestras deudas.”
  6. Una por la liberación de pecados o pruebas que nos acechan: “no nos metas en tentación.”
  7. Una por protección contra las acechanzas de Satanás: “líbranos del mal” (o del maligno).

5.      Las siete peticiones del Padre Nuestro abarcan tres áreas que siempre deben ser cubiertas en la oración:
  1. La persona de Dios y su reino.
  2. Nuestra vida material y física.
  3. Nuestra vida espiritual y de comunión con Él.

6.      El orden de las peticiones en el Padre Nuestro nos enseña las prioridades en la oración:
  1. Primero Dios y sus intereses.
  2. Después nosotros y nuestras necesidades.