Una Oración Arminiana

Estoy seguro que ustedes nunca han escuchado, ni van a escuchar, una oración como la siguiente que Carlos Spurgeon compuso para demostrar lo que hay detrás del arminianismo.  

Los arminianos repudian y contradicen la soberanía absoluta de Dios que la Biblia enseña.  Ellos dicen creer que Dios es soberano, pero en el fondo creen más en la soberanía de la voluntad humana que en la de Dios.  Para ellos el libre albedrío y la voluntad humana son la piedra angular de la salvación; la gracia es necesaria, pero el factor determinante es la voluntad del pecador; es el hombre quien decide, no Dios.  Dios ha planeado y provisto todo para la salvación, pero el hombre lo puede arruinar simplemente con decir no.  ¿Y el poder y soberanía de Dios?  ¿Y la eficacia del sacrificio de Cristo?  Bueno, tienen que someterse a la voluntad humana. En otras palabras, la gloria de la salvación es compartida entre la gracia de Dios y la voluntad humana.

Si ellos expresaran esto abiertamente en sus oraciones estas sonarían algo como la siguiente oración:

Señor, te doy gracias que no soy como uno de esos arrogantes calvinistas.  Yo nací con un glorioso libre albedrío; nací con el poder para buscarte por mi propia voluntad y he usado bien esa capacidad; si todos hicieran lo mismo, todos podrían ser salvos.  Señor, yo se que tú no nos haces desear si nosotros no deseamos por nosotros mismos.  Tú das gracia a todos pero no todos la aprovechan.  Hay miles que habiendo sido comprados con la sangre de Cristo como yo lo fui, se van a ir al infierno; ellos recibieron del Espíritu Santo tanto como yo, fueron tan convertidos y bendecidos como yo, pero no fue tu gracia la que determina el destino de nuestras almas sino la decisión que cada uno toma.  Yo se que la gracia hace una diferencia, pero somos nosotros quienes así lo determinamos.  Yo usé lo que tu me diste; otros no lo hicieron.  Esa es la diferencia entre ellos y yo.  

Muchas oraciones, aunque no lo dicen exactamente así, suenan similares a esto.   Es hacia allí hacia donde la doctrina arminiana conduce.    

No hay comentarios:

Publicar un comentario