La Alegría Trágica del Pecador

¿Qué pensarían ustedes si entraran en la celda de un condenado a muerte, y vieran al reo sentado en su celda riéndose muy feliz? Ustedes dirían: "Ese hombre es un insensato, pues ya ha sido condenado y va a ser ejecutado; sin embargo, cuán feliz está."

¡Ah! ¡Y cuán insensato es el hombre del mundo, quien, aunque tiene una sentencia registrada en su contra, vive muy contento! ¿Piensas tú que la sentencia de Dios no se cumplirá? ¿Piensas tú que tu pecado, que está escrito para siempre con una pluma de hierro sobre las rocas, no contiene horrores en su interior? Dios dice que ya has sido condenado. Si tan sólo pudieras sentirlo, esto mezclaría gotas amargas en tu dulce copa de gozo; tus bailes llegarían a su fin, tu risa se convertiría en llanto, si recordaras que ya has sido condenado.

Todos nosotros lloraríamos si grabáramos en nuestras almas la verdad de que por naturaleza no tenemos vida ante los ojos de Dios; que, fuera de Cristo, estamos en realidad positivamente condenados; que tenemos una sentencia de muerte en contra nuestra, y que somos considerados por Dios tan muertos como si en realidad ya hubiésemos sido arrojados al infierno. No hay necesidad de que Dios nos condene pues ya hemos sido condenados por el pecado y por la ley.

Aun no hemos sufrido el correspondiente castigo, pero la sentencia ya está escrita y estamos legalmente muertos. Y jamás podremos encontrar vida a menos sino es en la persona de Cristo…

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