La Admirable y Pavorosa Ira de Dios

Victor. B. García

Jehová es Dios celoso y vengador; Jehová es vengador
y lleno de indignación; se venga de sus adversarios
y guarda enojo para sus enemigos (Nahúm 1.2)

Clemente y misericordioso es Jehová, Lento para la ira,
y grande en misericordia. (Salmo 145:8)  
La ira de Dios es terrible y admirable. No hay nada que pueda provocar tanta destrucción como ese enojo.  Dios mostró esto a Noé de una manera pavorosa. Primero le anunció la determinación de actuar con ira sobre el pecado: “He decidido el fin de todo ser…y he aquí que yo los destruiré con la tierra” (Génesis 6.13); luego cumplió su palabra haciendo venir el diluvio que trajo muerte y destrucción a sus contemporáneos.  
         
Lot experimentó aun más de cerca los efectos destructivos de la ira de Dios. Aunque fue librado de la muerte quedó marcado por el resto de su vida por la vergüenza, el miedo y el remordimiento. El supo lo que significan la palabras del profeta “es amarga la voz del día de Jehová” (Sofonías 1.14).  El sufrió la amargura de ver consumido por el fuego el fruto del trabajo de toda su vida; tuvo que escapar de la muerte en medio de llamas y cenizas pestilentes mientras la indignación divina rugía a sus espaldas.  Vio la muerte de sus vecinos, de los habitantes de Sodoma y Gomorra y de su esposa quien cedió a la tentación de mirar hacia atrás aunque Dios había mandado que no lo hicieran.  Sus hijas, aunque sobrevivieron, no se libraron de la corrupción moral y lo hundieron en miseria e ignominia cometiendo incesto con él después de emborracharlo.  Con razón Abraham al acercarse a la presencia de Dios lo hizo reconociendo que el no era sino “polvo y ceniza” (Génesis 18.27).
La ira y los juicios de Dios son terriblemente destructivos, sin embargo, siempre son absolutamente justos.  Dios no se enoja de manera pecaminosa, caprichosa o desproporcionada como lo hacemos los humanos.  Tampoco castiga o destruye nada ni a nadie que no lo merezca.

Jeremías reconoció esto en "Lamentaciones" el cual trata el juicio más terrible que sufrió Israel, la invasión de Babilonia sobre Jerusalén: “[Jehová] no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres…torcer el derecho del hombre delante de la presencia del Altísimo, trastornar al hombre en su causa, el Señor no lo aprueba” (Lam. 3.33-34).

Los ángeles encargados de derramar las copas de la ira de Dios sobre la tierra dicen en el libro de Apocalipsis, “Justo eres tú, oh Señor, porque has juzgado estas cosas…tus juicios son verdaderos y justos” (Ap. 16.7).  Estos ángeles, siendo seres santos, inocentes y puros son los encargados divinos de derramar juicios terribles sobre la tierra.  Ellos convierten el mar y los ríos en sangre haciendo que muera todo ser vivo (Ap. 16.3-4).  


Sin embargo, siendo más puros, sabios y nobles que nosotros, estos ángeles no se escandalizan ante la severidad de los juicios de Dios.  Al contrario, ellos lo adoran.  ¿Por qué? Porque conocen la santidad, la justicia y la perfección de Dios y comprenden la gravedad del pecado con el cual los hombres afrentan su  gloria y majestad.  Ellos no tienen la más mínima duda en la justicia de la ira y los juicios divinos.   Acerca de esto dice J. I. Packer:

La ira de Dios es la reacción justa de su perfección moral contra la perversidad moral de sus criaturas.  Esta ira no es moralmente injusta y dudosa; lo que seria injusto y dudoso sería si Dios no mostrara su ira.  El no puede ser justo a menos que imponga sobre el pecado todo el castigo que merece.   

Pero el enojo de Dios no solo es admirable por su poder de destrucción y por su justicia perfecta. Es admirable también por la lentitud con la que se derrama sobre los hombres. Dios le habló de esto a Moisés cuando le concedió ver su gloria en el desierto: “¡Jehová, Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira y grande en misericordia y verdad” (Éxodo 34.6).  

Dios le dijo a moisés que El es tardo para la ira porque su misericordia es muy grande.  Dios suele actuar más con paciencia y misericordia que con ira.  Por eso es inusual ver la manifestación directa de la ira de Dios.  Por eso antes de enviar el diluvio Dios lo estuvo anunciando desde los días de Enóc, cientos de años antes de que se derramara sobre la tierra.  Noé mismo fue comisionado a predicar sobre el diluvio por ciento veinte años y fue librado de la muerte. Igualmente fue librado Lot en Sodoma y Gomorra.  


¡Que verdaderas son las palabras de Jeremías: “Por la misericordia de Jehová que no hemos sido consumidos, por que nunca decayeron sus misericordias, nuevas son cada mañana”! (Lam. 3.22-23).

¿Y dónde más se puede ver la manifestación de esa misericordia que en la cruz, donde el Hijo de Dios sufrió la ira de Dios por los pecadores y desde donde ofrece gratuitamente su justicia, perdón y refugio a los que creen en El?  En la cruz El llevó las injusticias y los pecados de los culpables entregándose como un cordero inocente.  ¿Quién más puede ofrecer protección de la ira que vendrá a los que están sujetos a esa pavorosa realidad?  El sufrió esa ira y se puso bajo la maldición de Dios tomando nuestros pecados sobre su cuerpo sobre el madero. ¿Cómo podemos rechazar ese gran sacrificio?   Por esto dice Pablo:

Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.  Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida (Romanos 5:8-10).  

Ciertamente, Dios es admirable por la justicia de su pavorosa ira y la belleza de su infinita santidad.  Estas son tan admirables como lo son su amor y su misericordia.  Bendito sea Dios que es lento para la ira y grande en misericordia.  ¡Que gran motivo para temerle, adorarle y servirle con amor y reverencia! 

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