Por Tim Challies
Testimonio - esta es una buena palabra entre los
cristianos, ¿No es cierto? Cada cristiano tiene un testimonio de cómo Dios extendió
su gracia hacia su vida. Y los testimonios son hermosos pues muestran la obra
soberana de nuestro gran Dios.
Usualmente preferimos los testimonios que
despliegan las bajezas más dramáticas. Todos
hemos oído historias que parecen celebrar los pecados pasados más que
lamentarlos. Pero esas historias nos gustan porque nos asombra oír como alguien
se alejó de una vida grotesca de pecado.
Yo solía sentirme fuera de lugar contando mi
testimonio porque siempre fui un niño bueno. Tuve oportunidades de beber y
hacer drogas, pero no me interesaba. Nunca robe nada, excepto unas pocas
monedas cuando mi mamá me pedía que le comprara algo. No había mucho que decir.
Pero los detalles no deberían ser lo importante en todo caso. Mi depravación se
manifestaba más en mi rechazo a Dios y a su gracia que en mis pecados y obras
injustas. Yo demostraba mi rebeldía en mi negación de Dios y en mi rechazo y resistencia
a su gracia más que en cualquier hecho pecaminoso que hubiese cometido. Si hubiese
asesinado a alguien bajo el efecto de las drogas, eso habría sido menos severo
que mi absoluto rechazo a Dios.
Después de todo, las obras injustas son simplemente
la evidencia de una más profunda rebelión. Ellas son el síntoma, no la
enfermedad. El punto es que tú no sabes cuán profundamente pecaminoso eres por tu
maldad externa sino por tu rechazo a Dios y a su gracia. Ese es el pecado más
serio, vil y perverso de todos.
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