Por Víctor García
Svidrigaylov,
uno de los personajes de la novela “Crimen y Castigo” de Feodor Dostoievsky, era
un hombre inescrupuloso y manipulador con toda la apariencia de ser un noble caballero. En un raro momento de honestidad se puso a explicar con cinismo
y precisión lo que pensaba acerca la verdad y de cómo tratar con la gente:
En este
mundo no hay nada más difícil que hablar con la verdad, y nada más fácil que
ser un adulador. Cuando se habla la verdad basta una mínima nota falsa para
que haya problema. Pero cuando se usa la adulación, aunque todas las notas sean
falsas, el efecto es agradable y a la gente le gusta oír. Por ridícula que sea
la adulación, siempre aunque sea en parte, suena a verdad. Esto funciona con
gente de todo nivel social o cultural. Con adulación se seduce a una virgen
inocente, no digamos a la gente común (Parte 6,
cap. 4).
Svidrigaylov
obtenía placeres y ganancias con su filosofía, engañando a muchos. A través de este
personaje, Dostoievsky nos muestra cómo el egocentrismo hace a la gente
vulnerable a la manipulación de los inescrupulosos.
Tal
filosofía es vil, pero es real; es la base de la vida mundana. Es así como los
disolutos, los mercaderes, los políticos y los líderes deshonestos logran sus
metas. Sin embargo, éste no es un método moderno; es tan antiguo como la tendencia
de los hombres a escoger la adulación antes que la verdad. Y si tal cosa nos
suena familiar es porque la serpiente usó este método para seducir a Adán y a
Eva y separarlos de Dios.
Con el poder
de la adulación y la dificultad para hablar la verdad, no es extraño que el
Evangelio de Cristo se contamine cuando cae en manos de predicadores
inescrupulosos. Pablo habló de esto: “Pues no somos como muchos, que prosperan
falsificando la palabra de Dios” (2 Cor. 2.17). Los predicadores fieles como Pablo no usan el “método
de Svidrigaylov;” sin embargo, éste abunda en el mundo religioso pues muchos lo
usan. Por eso sabemos que la adulación y el engaño no se limitan a las plataformas
políticas, a los negocios o a los antros de vicio, sino que también invaden los
púlpitos. Dios lo dice en su Palabra.
Los hombres,
en su amor por la adulación están dispuestos a cambiar la verdad por la
mentira. De allí surge esa “sabiduría” a la que Dios llama necedad (Rom.
1.22-23, 25), la cual hace que la gente admire y siga a maestros falsos, de los
cuales está plagado el cristianismo contemporáneo. La Biblia describe esta condición: “vendrá tiempo
cuando (las multitudes religiosas) no sufrirán la sana doctrina, sino que
teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias
concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas”
(2 Tim. 4.3-4).
Esa es la
condición de las masas que llenan muchas iglesias en nuestros días,—gente que
se complace en oír hablar de Dios, cantar de Dios, emocionarse con Dios y ser
bendecida por Dios, pero que no quiere oír la verdad bíblica porque no la
soporta. Y cuando existe esa condición, el resultado es la abundancia de maestros
falsos que dicen lo que la gente quiere oír, omitiendo la verdad, porque
después de todo, la gente no busca eso. Es aquí donde vemos la manifestación de
la filosofía y el método de Svidrigalov entre los cristianos.
Así que, la
gente que busca adulación, entretenimiento y sermones suaves, atrae a maestros
deshonestos y astutos. Y esta atracción aunque destructiva, es lamentablemente
muy popular. Por eso es importante cómo
oímos y a quién oímos. Es vital que examinemos la condición e inclinaciones de
nuestro corazón al oír la Palabra, y que maduremos en el temor de Dios y el
conocimiento de la Biblia para juzgar con discernimiento espiritual a los que
nos predican, no sea que estemos oyendo con placer a un Svidrigaylov.
Pedro dice: “Pero
hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros,
que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negaran al Señor
que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos
seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será
blasfemado. Y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas”
(2 Pedro 2.1-3).
No hay comentarios:
Publicar un comentario