En su camino hacia la Ciudad Celestial, Cristiano, el personaje de "El Progreso del Peregrino," después de muchos conflictos llega fatigado al "Palacio Hermoso" que el Señor de la
Ciudad Celestial edificó para que los peregrinos descansaran de las
dificultades del camino. Al llegar, el vigilante
lo introduce a la familia de la casa que incluye una joven virgen llamada
Prudencia. En su conversación con Prudencia,
Cristiano revela cuáles son sus luchas internas contra el mundo y su pecado y
cuáles son medios con los que logra la victoria.
Prudencia tomó la palabra y le preguntó:
¿No piensas de vez en cuando en el país de dónde vienes?
—Sí, señora; aunque no sin mucha vergüenza y repugnancia.
La verdad es que si deseara regresar he
tenido tiempo y oportunidades de hacerlo pero aspiro a otra patria mejor: la
celestial.
—¿No conservas algunas de las cosas
en las que vivías antes?
—Sí, señora, aunque contra mi
voluntad. Conservo especialmente las ideas
carnales internas que tanto me complacían a mí y a mis paisanos en la Ciudad de la
Destrucción. Pero todo eso es ahora aflicción
para mí. Si yo pudiera, elegiría no
pensar en esas cosas nunca más; sin embargo, cuando debería de hacer lo mejor,
veo en mi lo que es peor.
—¿Y no experimentas a veces victoria contra esas cosas que tanto te llenan de confusión?
—Sí, pero raramente; y el tiempo durante el cuál eso sucede es de oro para mí.
—¿Has logrado identificar cuáles
son los medios por los cuales logras en ciertos momentos sobreponerte plenamente a esas cosas que tanto te perturban?
—¡Oh, sí! Es cuando pienso en
lo que me sucedió al pie de la cruz y lo que vi
allí; cuando contemplo este vestido bordado de justicia que me fue dado entonces; cuando medito en el libro que llevo en mi regazo y cuando
se enciende en mí el pensamiento de lo que me espera en el lugar hacia donde voy. Es entonces cuando noto que se disipan esas
cosas que tanto me molestan.
—¿Y por qué ansias tanto llegar
al Monte Sión?
—¡Ah! Porque allí espero ver
vivo al que hace poco vi colgado en el madero; allí confío verme completamente
libre de lo que ahora me molesta tanto. Allí
he oído decir que ya no hay muerte y que habitaré en compañía que aquellos con
los que más me agrada estar. Ade
más, ansio llegar alla por que amo mucho al que con su muerte quitó mi carga y porque mi corrupción interna actual me causa mucha molestia. Quiero estar en ese país donde ya no habrá muerte y conde tendré
por compañeros a los que sin cesar cantan: “Santo, Santo, Santo.”
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