Por Thomas Brooks, de su sermon "El Cristiano Callado Bajo la Vara de la Disciplina" Londres, 1659)
Aunque ha estado en cadenas por miles de años
desde la victoria de Cristo en la cruz, Satanás no ha descansado
de día ni de noche, ni siquiera por una hora durante todo este
tiempo. Él sigue oprimiendo, inquietando, atacando
y acechando en cadenas como
un príncipe en rebelión.
El
Diablo no es un cordero sino un león. Un león rugiente, no un león durmiente;
no es un león pasivo sino activo, buscando a quien devorar. Él no se satisface
con las presas que ha atrapado pues se mantiene inquieto en su afán de llenar
el infierno de almas condenadas.
A
él nunca le falta una manzana para que Eva desobedezca; una viña para que Noé
se emborrache, una vestidura para que Giezi codicie, un lingote de oro para que
Acán se corrompa, una corona para que Absalón divida al pueblo de Dios, una
bolsa de oro para que Judas traicione a Cristo, una seducción mundana para que
Demas abandone a Pablo.
Si
observas entre cierto tipo de gente verás a Satanás sirviendo sus platos
delicados de pecado para cada paladar. Si observas entre otro, lo verás
ofreciendo una correa a la medida de cada zapato. Si ves a otro, lo encontraras
ajustando una vestidura a cada cuerpo.
Aquí,
con Jael, él seduce a las pobres almas con leche para luego atravesarlas con
una estaca. Allá con Joab, por un lado extiende su mano para abrazar, por el
otro para clavar un puñal. Por allí, con Judas, él besa a la vez que
traiciona. Y luego, con Babilonia, ofrece una copa de oro pero llena de veneno.
Nadie
piense, dice Lutero, que el diablo ya está acabado o que está dormido; porque
así como no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel, Satanás tampoco
descansa ni duerme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario