Consejos para Escuchar la Palabra de Dios con Provecho

Traducido del “Directorio Cristiano”  de Richard Baxter
  1. Lee y medita mucho la Biblia en privado; así entenderás mejor lo que se predica en público y podrás distinguir si lo que se dice es de Dios o no.  Si no conoces la Palabra, lo que se predique te resultará extraño y de poco provecho.
  2. Busca la enseñanza más clara, definida y convincente que puedas hallar.  Es inmensa la diferencia entre ser enseñado por un predicador juicioso, claro, preciso y capaz, o uno ignorante, ambiguo, indefinido, seco y que sólo predica una mezcla de ideas sin digerir. Un maestro ignorante que no sabe lo que dice no te va a hacer un cristiano entendido, y uno que predica el error no te impartirá una vida sana ni te establecerá en la verdad.
  3. No oigas la Palabra con un corazón descuidado, como si no tuviera importancia para ti.  Ven consciente de tu necesidad y de la responsabilidad e implicaciones de lo que vas a oír.  Si entiendes lo que esa Palabra significa para tu alma y si la amas como la Palabra de vida, entenderás mejor cada verdad predicada.  El que no ama ni necesita algo, no se interesa en oírlo; pero si entendemos la excelencia y necesidad de la Palabra, eso despertará nuestro amor y atención y nos hará más fácil entender lo que se predica. 
  4. No toleres que los pensamientos vanos, el descuido o el letargo estorben tu atención.  Si no estás atento, ¿Cómo entenderás y aprenderás?  Enfócate en la Palabra como si allí estuviera tu vida.   Sé tan diligente en aprender como lo es tu pastor en enseñar.  Si un predicador negligente y aletargado es malo, un oyente apático y amodorrado no es bueno.  Dice Moisés: “Aplicad a vuestro corazón todas las palabras que yo os testifico hoy, porque no es cosa vana; es vuestra vida.”   Si esperas que Dios oiga tus oraciones en la aflicción, oye entonces  su Palabra con atención pues “el que aparta su oído para no oír la ley, su oración también es abominable” (Prov. 28.9).  
  5. Observa con atención el orden del sermón y la doctrina en que está centrado.  Primero, porque eso es lo que el predicador quiere señalar, y luego, porque eso te ayudará a entender el resto, el cual depende y está relacionado a ello.
  6. Atiende sobre todo lo que tiene importancia para tu alma y no te fijes en detalles o dichos ingeniosos, como los niños que en la escuela se entusiasman con los dibujitos y las figuras de sus libros, pero no aprenden la lección.
  7. Aprende primero los puntos esenciales de la doctrina, y aprovecha la predicación, para entenderlos mejor; así te será más fácil entender después las doctrinas no-esenciales.  Evita estas dos cosas: a) apresurarte a explorar detalles doctrinales (que algunos llaman profundidades) antes de comprender bien lo esencial; b) alimentarte y entusiasmarte por controversias inútiles y estériles que no son sino hojarasca y palabras resonantes e impertinentes que hacen a la gente discutir formalismos, exterioridades y especulaciones que no edifican. 
  8. Al regresar a tu casa, medita en lo que escuchaste hasta entenderlo bien (Salmo 1.2) y si tienes dudas, pregunta a los que te pueden  ayudar y  enseñar.   Es una señal de descuido y desprecio a la Palabra de Dios dejar pasar semanas y años sin acercarse a buscar la respuesta a nuestras dudas, teniendo pastores y hermanos maduros con la capacidad, el tiempo y la disposición de ayudarte.   
  9. Además de la Biblia, lee libros sólidos que traten sobre las doctrinas que necesitas aprender.  Ora fervientemente por sabiduría e iluminación del Espíritu para leer con inteligencia y comprender bien la verdad  (Efesios 1.18; Hechos 26.18; Santiago 1.5).
  10. Practica conscientemente lo que sabes, pues ésta es la mejor ayuda para entenderlo bien (Juan 12. 7, 17).  

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