¿Que Harías en el Cielo sin Santidad?

Traducido de un mensaje de Juan Carlos Ryle 
 
Supongamos que pudieras ir al cielo sin santidad.  ¿Que harías? ¿Estarías alegre allí?  ¿Con cuál de los santos querrías conversar, y de qué?  Sus placeres, sus gustos y su carácter no tendrían nada en común con los tuyos.  ¿Cómo podrías ser feliz con ellos en el cielo si en la tierra tú aborreciste la santidad? 

Quizás aquí tú disfrutas la compañía de gente rebelde, vana, mundana, amante del placer y profana, pero ninguno de ellos estará en el cielo.  Quizás tú evitas a los santos de Dios porque te parecen muy estrictos y serios, pero ellos son los que habitarán el cielo.  Talvez para ti orar, leer la Biblia y adorar a Dios son cosas pesadas, aburridas y tontas que a veces toleras, pero sin ningún placer. Quizás consideres que ir a la iglesia el domingo es una obligación pesada, y no entiendes cómo alguien puede desperdiciar su tiempo metido allí todo el día.  Pero no olvides que en el cielo todo es adoración.  Allí nunca cesan la adoración y los cantos de alabanza al Cordero diciendo “Santo, Santo, Santo Señor Todopoderoso.”  ¿Cómo podría un hombre impío encontrar placer en una vida como ésta? 

¿Crees que un pecador se deleitaría en vivir con David, Pablo y Juan después de vivir aquí haciendo las cosas contra las cuales ellos hablaron?  ¿Qué tendría en común con ellos?  ¿Podría alegrarse al ver cara a cara a Jesús el crucificado después de deleitarse en los pecados por los cuales Él murió, de ser amigo de sus enemigos y burlador de sus amigos?  ¿Se sentiría cómodo adorando con los que cantan: “Este es nuestro Dios en el cual hemos esperado, nos gozaremos y alegraremos en su salvación” (Isaías 25:9)?  ¿No se le pegaría la lengua al paladar de la vergüenza y querría que lo sacaran inmediatamente de allí?  ¿No se sentiría extraño, como una oveja negra en el santo rebaño de Cristo?

Espero que te des cuenta que el cielo sería miserable para un hombre sin santidad; y tiene que ser así. Cuando un pecador dice que quiere ir al cielo, no sabe lo que dice.  Para ir al cielo es necesario vivir en la tierra con una mente que ama lo celestial, de otro modo es imposible. 

Ahora, déjame preguntarte, ¿Eres tú santo o no?  No te pregunto si vas a la iglesia, te has bautizado, tomas la Santa Cena o profesas ser cristiano.  No pregunto si apruebas la santidad, si te gusta leer la vida de los santos, hablar cosas santas, leer libros de santidad o si deseas ser santo o esperas ser santo.  Te pregunto: ¿Eres tú santo o no?  

¿Sabes por qué soy tan directo e insistente?  Porque la Escritura dice: “Sin santidad nadie verá al Señor” (Heb. 12:14).  Cuando leo esas palabras tan penetrantes y escudriñadoras, pienso en las multitudes que viven en la iniquidad y en los que son cristianos sólo de nombre.  Cada vez que leo la Biblia, oigo al Espíritu diciendo: “Sin santidad nadie verá al Señor.”  Ante este texto debemos pensar en nuestros caminos, escudriñar nuestros corazones y orar a Dios.  Y si me dices que tú sientes y piensas en estas cosas, yo respondo, “Eso no basta. También las almas en el infierno sienten y piensan en esto.”  Lo que importa no es lo que piensas y sientes, sino cómo vives.  Si me dices que la santidad es sólo para gente especial, yo te respondo, “Eso no es lo que dice la Escritura.”  Yo leo que los que esperan en Cristo se purifican a sí mismos (1 Juan 3:3) y que “sin santidad nadie verá al Señor.” 

Tú puedes decir que es imposible ser santo en este mundo, mas yo te digo que sí se puede, pues con Cristo todo es posible.  Muchos como David, José, Daniel y los cristianos de la casa de César prueban que sí se puede ser santo en el mundo. 

Si me dices, “un santo tiene que ser diferente,” yo te respondo, “estoy de acuerdo. Los verdaderos siervos de Cristo son diferentes al mundo que los rodea.  Ellos son un pueblo escogido y peculiar, y tú debes serlo si en verdad eres salvo.”  Tú puedes decir: “sí es así, muy pocos serán salvos,” y yo te respondo, “lo sé.”  Eso es lo que dijo el Señor, ‘estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan’. (Mat. 7:14)”

Pocos serán salvos porque son pocos los que buscan serlo, pues no quieren dejar el pecado ni sus propios caminos.  ¿Tú dices que esto es duro de oír?  Yo te respondo, “lo sé.”  Nuestro Señor dijo que si alguien quiere ser su discípulo tiene que tomar su cruz cada día y estar dispuesto aun a cortar su mano, si es necesario, para evitar vivir en el pecado.  En la religión como en las otras cosas, si no hay pena, no hay gloria.  Lo que no cuesta nada, no vale nada.

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