La Depresión de Elías


“Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres. Y echándose debajo de enebro se quedó dormido” – 1 Reyes 19.4

Aquí tenemos a Elías deprimido. ¿Cómo? ¿Con tantas evidencias de la presencia de Dios? Elías desafió a Acab y Jezabel, detuvo la lluvia, fue sustentado milagrosamente por un cuervo, multiplicó el aceite de una viuda pobre, resucitó a un muerto, hizo caer lluvia, derrotó a los profetas de Baal y de Asera, hizo caer fuego del cielo, ¿y ahora, desanimado desea morirse? En su desánimo Elías dice: “basta ya, oh Jehová.”

¿Qué estaba agobiando a este hombre, hasta ahora incansable? Lo agobiaban los años de tensión, las controversias, la mediocridad del pueblo, el poco fruto visible de su trabajo y ahora las amenazas de Jezabel. En su perturbación, Elías pide a Dios: “quítame la vida.” Jezabel buscaba matarlo, y él huía para salvar su vida; sin embargo, le pide a Dios que le quite la vida. ¿Por qué esta contradicción? Porque estaba confundido y asustado y eso le hacia sentir que la vida no tenía sentido. Él se sentía mal y ya no le veía propósito a su vida; ya no quería seguir luchando.

Elías expresa: “No soy mejor que mis padres.” Aquí se refiere a sus antepasados, entre los cuales hubo hombres santos y extraordinarios, a quienes sin embargo Elías, en su estado de desánimo no les veía nada más que deficiencias y faltas tanto como se las veía a si mismo. Elías era ciertamente, un hombre superior a sus contemporáneos en dones, experiencias y comunión con Dios, pero ahora, lo único que veía era su penosa pequeñez. La depresión había nublado su visión espiritual. La historia de la depresión de Elías nos enseña varias cosas:

Primero, nadie es incansable. Hasta los más espirituales y dedicados se cansan en algún momento.

Segundo, el cansancio acumulado puede producir confusión, temor y un desánimo extremo que hace hasta desear la muerte (otros que cayeron en ese estado fueron Moisés (Num. 11.14-15), Jonás (Jon. 4.3) y David (Sal. 55.6)).

Tercero, aunque haya similitud entre la debilidad o deseo de morir de un decaído anímicamente y uno cuya vida espiritual es sana, estos deseos no son iguales. Por ejemplo, el deseo de morir que Pablo tenía (Fil. 1.23) era espiritual y piadoso, el de Elías era dañino y morboso. En 2 Cor. 12.9-10 Pablo se gloría de la debilidad que por la gracia se convierte en fortaleza; pero la debilidad de Elías lo estaba destruyendo.

Cuarto, que los que son de Dios, aunque estén muy cansados, deprimidos y confundidos, siempre acuden a Dios, el consolador y restaurador de los afligidos. Elías, aunque desea la muerte no piensa en el suicidio, sino que le pide a Dios que se lo lleve. El acudió a Dios en su depresión, y Dios envió un ángel que lo alimentó y lo consoló. “Él da esfuerzo al cansado y multiplica las fuerzas del que no tiene ningunas…Los que esperan en Jehová, tendrán, nuevas fuerzas; levantarán alas como la s águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán” (Is. 40.29-31).

¿Te sientes tú cansado, confuso y desanimado? Si eres de Dios, espera en Él; de Él vendrá tu remedio. Di con David, “En Jehová he confiado, ¿Cómo decís a mi alma que escape al monte cual ave? (Sal. 11.1). Si no eres de Dios, ahora es el tiempo para que lo busques. Él ha prometido escuchar a los que en su aflicción se arrepientan y le buscan.

¡Qué bueno saber que Dios conoce nuestra condición, que levanta a los caídos y consuela a los afligidos! Nadie se libra de los momentos de desánimo.  Ojalá no tuviéramos que pasar por ellos. Teniendo un Dios tan grande no deberíamos sentirnos desanimados nunca, pero la realidad es que somos polvo de la tierra y la prueba llega tarde o temprano. Pero Él es bueno y se compadece de nuestra debilidad.

Quizás tú te sientas fuerte. Si es así, no pienses que eres invencible. La depresión de Elías te advierte y te previene de la debilidad, para que no confíes en tu fortaleza, en tus experiencias o en tus bendiciones. Dios quiere que seamos conscientes de la debilidad de nuestra condición humana y que seamos humildes, dependiendo siempre de Él. Pablo dice, “el que piensa estar firme mire que no caiga” (1 Cor. 10. 12). Por esto el Señor dijo, "velad y orad para que no entréis en tentación."

Si eres de los que ya conocen los valles de tristeza y lagrimas, sé compasivo y paciente con los que no los conocen o que están ahora mismo atravesando por ellos. Pablo pide que lloremos con los que lloran, que alentemos a los de poco ánimo y sostengamos a los débiles, que seamos pacientes para con todos (1 Tes. 5.15). El Señor se compadece de nuestras debilidades (Heb. 4.15) y nos pide que seamos compasivos con quienes pasan por momentos difíciles.

La Decadencia del Verdadero Evangelismo

El evangelismo verdadero está en decadencia, no porque no se evangeliza sino por que los que evangelizan no predican el evangelio.  En lugar del evangelio se usa la música, el activismo, la terapia psico-religiosa, la manipulación emocional y el mercadeo para atraer gente a las iglesias.  Y a esa infame substitución se le llama evangelismo. 

Carlos Spurgeon, sin haber visto los desvaríos que plagan las iglesias hoy día, sabía lo que es predicar el evangelio y percibió consecuencias de no hacerlo.   Escuchen por ejemplo lo que dijo acerca de la obsesión de los pastores y los cristianos por llenar sus iglesias de gente:

Todo apuro por meter miembros en la iglesia es sumamente perjudicial, tanto para la iglesia como para los supuestos convertidos.  A menos que haya suficientes razones para creer que alguien esta verdaderamente regenerado, el recibirle como uno de los fieles es hacerle un gran daño…algunos de los pecadores más notorios que yo he conocido fueron alguna vez miembros de alguna iglesia y según creo, fueron inducidos a hacer profesión de fe con indebida prisa…introducir en la iglesia inconversos (como parte de la membresía) es debilitarla y degradarla; por tanto, lo que aparenta ser un beneficio puede ser una perdida.