Calvino Respecto a la Predestinación: No Seamos Excesivamente Curiosos ni Timidos


Este artículo es un extracto del libro "Doctrinas Claves" de Edwin Palmer.  Si quiere una exposición clara, bíblica y fácil de leer sobre las cinco doctrinas de la gracia (calvinismo) este pequeño libro se la dará.  Si lo lee con atención no se arrepentirá.  (Para leer el texto completo del libro oprima aquí). 

Calvino escribió que, al tratar de la predestinación, debería evitarse dos actitudes: curiosidad excesiva por lo que Dios ha revelado y timidez exagerada en enseñar lo que ha revelado.

En el primer caso, “La curiosidad humana hace que la discusión de la predestinación, ya de por si algo difícil, resulte muy confusa e incluso peligrosa. No hay prohibiciones que le impidan a los curiosos vagar por veredas prohibidas ni remontarse hacia las alturas.  Si se les permitiera, no dejaría ningún secreto de Dios sin averiguar o descifrar.  Como por todas partes hay tantos que utilizan esta audacia y atrevimiento, algunos de ellos hombres que por lo demás no son malos, se les debería recordar a su tiempo cuál es su deber a ese respecto.

“Primero, deben recordar que al estudiar la predestinación están penetrando en los recintos sagrados de la sabiduría divina.  Si alguien irrumpe con atrevimiento despreocupado en este lugar, no llegará a satisfacer su curiosidad y entrará en un laberinto del que no hallará salida.  El hombre no tiene derecho a averiguar sin restricción cosas que el Señor ha decidido que quedaran escondidos en Él; tampoco tiene derecho a investigar esta sublime sabiduría eterna que Dios quiere que reverenciemos aunque no la entendamos a fin de que, por medio de ello, nos llenemos de asombro.  Dios nos ha declarado en su palabra los secretos de su voluntad que quiere que sepamos; y esos son los secretos que nos conciernen y nos benefician.”

Para calvino, la palabra de Dios es la única norma en el estudio de la predestinación. “Si prevalece el principio de que la palabra de Dios es el único camino que nos puede guiar en la búsqueda de lo que debemos saber respecto a Él, y la única luz para iluminar nuestra visión de lo que deberíamos ver de Él, nos seremos preservados y frenados de toda temeridad. Porque sabremos que en cuanto excedemos los límites de la palabra, nuestro curso anda desviado en caminos oscuros donde erraremos, resbalaremos y tropezaremos repetidas veces. Tengamos, pues muy presente por encima de todo que buscar el  conocimiento de la predestinación más allá de lo que la palabra de Dios manifiesta no es menos insano que querer caminar por un desierto sin sendas o querer ver en la oscuridad.  Y no nos avergoncemos de ser algo ignorantes en este terreno, ya que existe una cierta ignorancia sabia. Antes bien, abstengámonos voluntariamente de indagar en una clase de conocimiento, cuyo deseo ardiente es tanto necio como peligroso más aun, incluso mortal. Pero si nos agita una curiosidad atrevida, haremos bien en contraponerle este pensamiento moderador: así como no es bueno comer demasiada miel, tampoco en el caso del curioso la investigación de la gloria no se transforma en gloria. Porque hay buena razón para que nos disuadamos de esta insolencia que nos puede conducir a la perdición.” 
* Calvino, III, xxi, 2.

La segunda actitud que deberíamos evitar, dice calvino, es la de la timidez extrema respecto a la predestinación.  Hay algunos que “casi exigen que se oculte toda mención de la predestinación; de hecho, nos enseñan que hay que evitar cualquier pregunta respecto a ello del mismo modo que evitaríamos un arrecife.” Esta actitud es equivocada. “Porque la escritura es la escuela del Espíritu santo, en la que al igual que no se omite nada que sea necesario y útil conocer, tampoco se enseña nada que no sea conveniente saber. Por consiguiente debemos cuidarnos de no privar a los creyentes de cualquier cosa revelada en la Escritura acerca de la predestinación, para no aparecer, o bien que los privemos maliciosamente de la bendición de Dios, o bien que acusamos al Espíritu Santo y nos mofamos de Él por haber publicado lo que nos es provechoso suprimir, afirmo que debemos permitir que el cristiano abra los ojos y oídos a toda manifestación que Dios dirija, siempre que lo haga con tal moderación que cuando el Señor cierra sus santos labios, también el cierre de inmediato el camino de las averiguaciones.”

Calvino concluye sus observaciones diciendo que desea que los que quieran ocultar la predestinación “admitan que no deberíamos investigar lo que Dios ha dejado en el secreto, que no deberíamos descuidar lo que ha puesto al descubierto, de modo que no se pueda acusar de excesiva curiosidad por un lado ni de la excesiva ingratitud por el otro…Así pues, todo el que acumula odio sobre la doctrina de la predestinación censura a Dios, como si Dios hubiera imprudentemente dejado que se filtrara en su palabra algo dañino para la iglesia.”

De este modo Calvino enseño el principio de la Scriptura tota  y Scriptura sola-- toda la Escritura y sólo la Escritura.  El hombre debe enseña todo lo que Dios ha revelado, incluyendo la predestinación. Pero no debe ir más allá de la Escritura, especulando en lo que Dios no ha revelado. No se puede adoptar una actitud más hermosa que ésta que calvino expresó.

El Agujero de la Ceguera Espiritual


“El País de los Ciegos” de H. G. Wells es la historia de un hombre que llegó por accidente a un valle donde por quince generaciones la gente había sido ciega.  El hombre, no pudiendo irse, trató de enseñar a la gente lo que era ver, pero lo declararon loco.     

Con el tiempo el hombre se enamoró de una joven del lugar.  Al saberlo, el padre lo llevó a un doctor quien para curar su obsesión con la vista recetó removerle los ojos.  “Así será sano y un buen ciudadano” dijo el doctor. “Gracias a Dios por la ciencia,” dijo el papá.

El hombre, por su amor a la mujer aceptó, pero el día de la operación, al contemplar el esplendor del sol y la mañana comprendió que la ciudad, su romance y todo lo demás “era un agujero del mal” y se escapó.

     La Biblia dice que espiritualmente tú vives en un mundo donde la gente “habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se envanecieron...y su necio corazón fue entenebrecido” (Rom. 1:21).  ¿Ves el engaño y la gravedad del pecado? 

     Si no lo ves, tu corazón está en tinieblas y tienes que abandonar ese valle oscuro creyendo en el eterno Hijo de Dios que te dice: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).   

    No rechaces esa luz porque la condenación es que “la luz vino al mundo y los hombres amaron más las tinieblas que la luz” Juan 3:19.  

Joven, Tu Luces Muy Miserable: La Conversión de Spurgeon


A los quince años de edad, en Diciembre de 1849, Charles Haddon Spurgeon, comenzó a visitar las iglesias de su pueblo buscando donde le enseñaran el camino de salvación. No se sabe cuántas visitó, pero en ninguna escuchó lo que deseaba oír. Los ministros predicaban sermones doctrinales para gente espiritual, pero nadie pudo explicarle cómo obtener el perdón de sus pecados. 

Un día la mano de Dios lo guió por donde él no había pensado ir. Se dirigía hacia una iglesia lejana, pero en el camino una fuerte tormenta de nieve lo detuvo. Cruzó en una obscura calle y al fondo vio un pequeño santuario que resultó ser la Iglesia Primitiva Metodista de la Calle Artillery. Esta iglesia, desconocida, excepto por algunos en el pueblo de Colchester, llegó luego a ser mundialmente famosa por la visita de este jovencito.

Al principio Spurgeon no quería entrar porque había oído que los Metodistas Primitivos cantaban tan fuerte que hacía doler la cabeza. Pero esto no le importó pensando que allí quizás le enseñarían cómo ser salvo. El resto de la historia lo cuenta Spurgeon mismo:

El ministro no estaba esa mañana; creo que la nieve lo había detenido. En su lugar, un hombre delgado—zapatero, sastre, o algo así—subió al púlpito para predicar. Es bueno que los predicadores sean educados; sin embargo este hombre era más bien ignorante.

Se mantuvo apegado al texto que leyó por la simple razón de que no tenía nada más que decir. El texto era ‘Mirad a mí y sed salvos todos los términos de la tierra.’ Su pronunciación era pésima, pero a mí no me importó. Vi un rayo de esperanza en ese texto, y el predicador empezó así: “Queridos amigos, éste es un texto muy simple. Dice, ‘Mirad.’ Ahora, mirar no es algo que cueste mucho. No es levantar el pie o el dedo; es sólo mirar. Un hombre no necesita ir a la universidad para aprender a mirar. Tú puedes ser muy imbécil, y aun así puedes mirar. No necesitas ganar mil pesos al año para mirar. Cualquiera puede mirar. Aun un niño puede mirar. Pero el texto también dice, ‘Mirad a Mí.’ “¡Ay!” dijo él, en su tono campestre, “muchos de ustedes se miran a sí mismos, pero eso no les servirá de nada. Nunca hallarán consuelo allí. Algunos miran a Dios el Padre, ¡Pero no! tienen que mirar a Cristo. Él dijo, ‘Mirad a Mí.’ Algunos dicen, ‘Vamos a  esperar que el Espíritu nos toque.’ Pero eso no es lo que ustedes tienen que hacer. Miren a Cristo. Esto es lo que el texto dice: ‘¡Mirad a Mí!

Después el buen hombre siguió de esta manera, “Miren a Mí; miren como sudé grandes gotas de sangre. Miren como colgué sobre la cruz. Miren como subí al cielo. Mírenme ahora sentado a la mano derecha del Padre. ¡Oh pobre pecador, Mírame a Mí! ¡Mírame a Mí!’”

Al llegar a este punto, habiendo hablado como por diez minutos, el hombre iba a concluir. De repente, me miró, y con tan poca gente en el lugar, supo que yo era un  extraño. Fijando sus ojos en mí, como si supiese lo que había en mi corazón me dijo, “Joven, tú luces muy miserable.”

Verdaderamente, así era. Yo no estaba acostumbrado a oír hablar así desde el púlpito; sin embargo, fue un buen golpe, y dio justo en el blanco. Él continuó, “…y seguirás siendo miserable—miserable mientras vivas y miserable cuando mueras—si no obedeces a mi texto. Pero si lo obedeces, serás salvo ahora mismo.” Entonces, levantó sus manos y gritó, como sólo un metodista primitivo lo pudo haber hecho, “Joven, mira a Jesucristo. ¡Mira! ¡Mira! ¡Mira! No tienes que hacer nada sino mirarlo y vivir.”

En ese momento yo vi el camino de salvación y ya no supe que más habló porque fui poseído por un solo pensamiento. Como cuando la serpiente de bronce fue levantada en el desierto y la gente miraba y era sanada, así fue conmigo. Yo pensaba que debía hacer cincuenta cosas para ser salvo, pero cuando escuché esa palabra: ‘¡Mira!’ ¡Cuán dulce fue! ¡Oh! Entonces miré hasta que mis ojos casi se desgastaron. En ese momento se desvaneció la oscuridad, y vi el sol. Pude haberme levantado y cantar a gritos acerca de la preciosa sangre de Cristo y de la fe simple que lo mira sólo a Él.

Jamás olvidaré ese feliz día en que encontré al Salvador y me aferré a sus amados pies. Siendo un niño de quien nadie sabía nada, escuché la Palabra de Dios, y ese precioso texto me guió hacia la cruz de Cristo. El gozo de ese día fue absolutamente indescriptible. Quería saltar y danzar; pero no hubo ninguna expresión fanática, lo cual pudo haber estado fuera de tono con ese gozo espiritual.

Han pasado años desde entonces, pero nunca he sentido la emoción plena ni la delicia de ese primer día en que pude haber gritado como el más fanático de esos hermanos metodistas: ‘¡He sido perdonado! ¡He sido perdonado!’ Soy un monumento de su gracia, un pecador salvado por la sangre.’ Mi alma se sentía liberada, aceptada en Cristo, rescatada del pantano de un horrible abismo, y establecida sobre la roca. Entonces entendí lo que Juan Bunyan quiso decir cuando declaró que quería contarle hasta a los espantapájaros en los campos acerca de su conversión.”

Ese gran evento sucedió la mañana del 6 de enero de 1850.

Casiodoro de Reina, el Traductor de la Biblia al Español (1520-1594)


Estudio de la Biblia en el Monasterio de San Isidoro
En 1530, Casiodoro De Reina se unió al monasterio de San Isidoro en Sevilla, España en donde se seguían las reglas de Jerónimo, el gran traductor de la antigua versión Vulgata Latina, la versión más usada antes de la Reforma. En esos días, surgieron nuevas ideas en el monasterio, promovidas por el superior de la institución, quien guió a sus frailes hacia el estudio de la Biblia, y por algún tiempo buscó una espiritualidad más profunda. Sin embargo, repentinamente el superior cambió de actitud y regresó a las leyes monásticas y a las penitencias, aparentemente debido a que la Inquisición (el tribunal de la iglesia católica que perseguía y penalizaba los delitos contra su doctrina) comenzó a vigilar las actividades dentro del convento. Sin embargo, el cambio que ya había comenzado no se detuvo y los frailes continuaron son sus lecturas y discusiones bíblicas.

Escape de la Persecución y los Mártires de San Isidoro
En 1557, un hombre de Dios llamado Julián Hernández, (conocido como Julianillo, por su baja estatura), introdujo de contrabando a Sevilla, desde Ginebra, Suiza, varios libros protestantes que fueron leídos ávidamente por los frailes del monasterio.

Pero entonces, vino la catástrofe. Alguien denunció a la Inquisición las actividades de Julianillo y éste fue capturado en Córdova y traído a Sevilla, donde por más de tres años intentaron hacerle negar su fe protestante hasta que lo condenaron a ser quemado vivo. El día de su ejecución, Julianillo mostró su
menosprecio por la inquisición ayudando a amontonar la leña alrededor de sí. Junto a él, fueron quemados y estrangulados muchos otros. 

La persecución se desató, pero algunos pudieron escapar, entre ellos Casiodoro De Reina y Cipriano de Valera, (quien más tarde vino a ser el que revisó la traducción de Reina, de donde proviene la versión de la Biblia conocida como Reina-Valera).

La Traducción de la Biblia en medio de Asechanzas
Casiodoro se refugió en Ginebra, Suiza, junto a los que escaparon, pero más tarde emigró a Inglaterra en medio de muchos peligros a causa de la Inquisición española que le asechaba. En Inglaterra, Casiodoro vivió seguro por un tiempo y continuó la traducción del Antiguo Testamento, que había comenzado desde su partida de Sevilla. Sin embargo, debido a las asechanzas del gobierno español que quería traerlo ante la Inquisición, tuvo que huir a Amberes, Bélgica, donde sus amigos calvinistas le protegieron, aunque el Rey Felipe había puesto precio por su cabeza. De allí fue a Francia, de donde lo expulsaron; luego se dirigió a Frankfurt, Alemania, donde para sobrevivir se dedicó al comercio, sin nunca abandonar la traducción.

El Nuevo Testamento de Juan Perez de Pineda
Pérez de Pineda era otro traductor a quien Casiodoro se unió en su salida de Francia. Este había traducido al español el Nuevo Testamento y los Salmos, y ambos habían acordado que cuando Casiodoro terminara su traducción del Antiguo Testamento unirían sus respectivos trabajos para publicar la
Biblia completa al español.

Grandes Dificultades Para la Traducción
Después de casi doce años de trabajo en medio de persecuciones, Casiodoro terminó la traducción del Antiguo Testamento al español. Pérez de Pineda ya había muerto, pero había dejado su traducción y fondos para su publicación. Así que todo estaba listo. Pero entonces surgieron nuevas dificultades. Las autoridades de Basilea, Suiza, donde debía hacerse el trabajo, exigieron a Casiodoro cartas de recomendación que debían venir de Estrasburgo, Alemania. Como las cartas tardaban, Casiodoro fue en persona a buscarlas, pero en el camino enfermó y al recuperarse, cuando iba a continuar su viaje supo que el impresor que iba a hacer la publicación y a quien se le había pagado por adelantado, había muerto en bancarrota, de modo que los fondos se perdieron.

Por fin sus amigos en Frankfurt, conmovidos por su tenacidad y por la increíble serie de dificultades que había enfrentado, reunieron los fondos necesarios para la publicación Pero entonces surgió otro tropiezo. La edición del Nuevo Testamento que Pérez de Pineda había traducido y que iba a publicarse junto al Antiguo Testamento de Casiodoro, fue confiscada y destruida por órdenes de Felipe II, rey de España. Tales noticias fueron un duro golpe para Casiodoro, puesto que esto dejaba la obra incompleta.

Ya el Antiguo Testamento estaba en la imprenta cuando Reina se dispuso a traducir el Nuevo Testamento. Estaba terminando la Epístola a los Corintios cuando el impresor terminó de imprimir el Antiguo Testamento. Sólo le tomó seis semanas traducir el resto del Nuevo Testamento. Finalmente, en agosto de 1569, Casiodoro tuvo en sus manos la primera copia impresa de toda la Biblia en Español, la cual comenzó a ser distribuida de contrabando en España.

Casiodoro de Reina siguió su obra como pastor en Amberes, Bélgica, pero tuvo que salir de allí hacia Frankfurt por causa de las persecuciones. Finalmente, en mayo de 1594, fue llamado a su hogar permanente, el cielo, donde nunca más habría de ser perseguido, y desde donde ha podido ver como Dios usa su traducción.

Revelación Bíblica, Redención y Amor a Dios


Geerhardus Vos enseñó teología por 40 años en el Seminario Teológico de Princeton.  Durante ese tiempo desarrolló una forma de estudiar la revelación bíblica conocida como “teología bíblica.”  La “teología bíblica” de Vos no es lo que suele uno pensar cuando oye este termino; no es el uso de versículos bíblicos para apoyar doctrinas sistemáticas o formas de conducta o formas de adoración particulares.  Es el estudio de la revelación bíblica del Antiguo y el Nuevo Testamento de acuerdo a su progreso histórico.  La ‘teología bíblica’ de Vos se basa en el reconocimiento del carácter progresivo de la revelación que acompaña la obra redentora de Dios.  

La semilla (del A.T.) no es menos perfecta que el árbol (del N.T)

Vos comparaba esta progresión al crecimiento de un árbol.  El demostró que la revelación bíblica es orgánica, es decir, que ha sido viva desde sus etapas iniciales; comenzó como una semilla en el Antiguo Testamento y ha ido creciendo hasta ser un árbol completo en el Nuevo.  En sus propias palabras: “la semilla no es menos perfecta en su sentido cualitativo que el árbol.”   

Vos es uno de esos autores que demandan atención para leerlo y lamentablemente, hasta donde sé, su principal obra “Biblical Theology, Old and New Testaments” no ha sido traducido al español.  Pero aquel que pueda leer inglés, especialmente si es ministro, debería procurar conocerlo.   

Este es un libro que nos hace ver cuánta luz ha dado el Espíritu a su iglesia sobre el texto de la Escritura sin apelar al subjetivismo y la especulación mística que hoy tanto abundan.  Nos muestra que hay un océano de tesoros y maravillas en el texto de la escritura y nos mueve a glorificar a Aquel que ilumina el entendimiento para que a través de  la revelación escrita conozcamos la gloria de la persona de Dios y de sus obras.   Les ofrezco dos pasajes para disfrutar y edificarnos con la riqueza bíblica del pensamiento de este siervo de Dios, Geerhardus Vos. 

El primer pasaje habla de la relación entre la revelación bíblica y la redención a través de la historia.  Explica por qué la revelación escrita se detuvo (con el cierre del canon) a pesar de que la redención continuó.  La explicación sobre la diferencia entre lo que Vos llama redención objetiva-central y redención subjetiva-individual es magnifica y edificante:

La revelación bíblica no se completó en un solo acto exhaustivo sino se fue desenvolviendo en una larga serie de actos sucesivos.  Teóricamente esa revelación podría haber sido instantánea, pero en la realidad no, porque va inseparablemente acompañada de otra actividad divina que conocemos como redención.  Y la redención no puede ser sino históricamente sucesiva pues Dios la realiza generación tras generación en el curso de la historia.   

La revelación bíblica es la interpretación de la redención; por lo tanto debe desenvolverse en etapas al igual que la redención.  Y es obvio que estos dos procesos no son enteramente co-extensivos, porque la revelación se cerró en un punto en el cual la redención aun continúa.  Para entender esto debemos hacer una importante distinción en la esfera de la redención. 

La redención es en parte objetiva-central, y en parte subjetiva-individual.  La redención objetiva-central se refiere a los actos redentores de Dios a favor de los hombres pero sin su participación.  La redención subjetiva-individual se refiere a los actos redentores de Dios en los que los hombres son participantes.  Decimos que los actos objetivos de Dios son centrales porque suceden en el centro del circulo de la redención, están conectados entre si y no necesitan repetición o no se pueden repetir.  Estos actos de la redención objetiva-central son la encarnación, la muerte de Cristo en la cruz y la resurrección.  Los actos en la esfera subjetiva-individual son llamados así porque se repiten en cada individuo separadamente.  Estos actos de la redención subjetiva-individual son la regeneración, la justificación, la conversión, la santificación y la glorificación. 

La revelación bíblica acompaña a los procesos de la redención objetiva-central, y esto explica porque la redención se extiende más allá de la revelación. 
  
Este segundo pasaje nos explica que la revelación bíblica no es para conocer sino para amar a Dios por medio del conocimiento:

La revelación que Dios nos da de si mismo en la Escritura no fue es primariamente con un propósito intelectual.  No hay que negar, sin embargo, que una mente piadosa podría glorificar a Dios a través de de la contemplación intelectual de las perfecciones divinas.  Esto seria tan espiritual como la más intensa actividad voluntaria en el servicio de Dios; pero no seria la piedad en la extensión total que la revelación se propone.  

Ciertamente el evangelio nos enseña que conocer a Dios es vida eterna.  Pero este concepto de ‘conocimiento’ no debe ser entendido en su sentido helenista (griego), sino en su sentido semita (Israelita).  De acuerdo a los griegos, ‘conocer’ es reflejar la realidad de las cosas en nuestra conciencia.  La idea semita y bíblica es que la realidad de las cosas está entretejida en nuestra experiencia interna de la vida.   Por eso, bíblicamente hablando, ‘conocer’ puede ser una manera de decir ‘amar’ o ‘escoger en amor’.  Dios desea ser conocido de esta manera, por eso El ha hecho que su revelación tome lugar en el medio de la historia y la vida de un pueblo.  La revelación bíblica no es un proceso o un sistema de enseñanza sino un ‘pacto’.  Hablar de la revelación bíblica como una forma de informar a la humanidad es una manera totalmente racionalista y anti-bíblica de hablar.  Todo lo que Dios ha mostrado de si mismo en la Escritura ha venido en respuesta a las necesidades espirituales y prácticas de su pueblo a medida que este avanza en la historia.         

Iglesias Llenas de Inconversos

VIDA POR SU MUERTE
Según los reportes y las apariencias, el número de cristianos se ha multiplicado en nuestros días. Las iglesias crecen a ritmo acelerado, las emisoras de radio y televisión cristianas prosperan.  La música y los artistas cristianos son más populares que nunca.  

Pero hay una contradicción. La cultura cristiana es cada vez más visible pero la doctrina bíblica de la regeneración es casi ignorada en los púlpitos y extraña al entendimiento y a la experiencia de un inmenso número de cristianos. No se ven muchas vidas transformadas de gente que busque el conocimiento del Dios bíblico de santidad y gracia y se someta a la autoridad de la Escritura.   Lo que si se ve por todas partes es gente que “aceptó a Cristo” vistiendo su playera cristiana, exhibiendo un gran entusiasmo por la música de alabanza y adoración y llenando las iglesias donde se usan todas las estrategias y medios posibles para satisfacer sus deseos y necesidades.

Este panorama ilustra claramente la gran diferencia entre  “aceptar a Cristo” y ser regenerado.  La frase “aceptar a Cristo" expresa de una manera ambigua una idea bíblica, es decir, que el pecador debe creer en Jesús para ser salvo.   En ese sentido no representaría problema alguno sino fuese por lo que esa frase ha llegado a significar y la forma en que se usa entre los evangélicos.  Y es más problema aun lo que esa frase no explica ni puede explicar con respecto a la regeneración. Y esto es evidente por el inmenso numero de gente que “acepta a Cristo” pero nunca llegan a entender ni a experimentar la regeneración bíblica.

Mientras una persona sea ajena a la experiencia de ser regenerada, no importa que haya aceptado a Cristo cien veces, esa persona no es convertida. Mientras los ministros no prediquen la doctrina de la regeneración y la apliquen a la vida de sus iglesias, éstas no podrán ser espirituales aunque sean exitosas y numerosas. Una persona que no experimenta la regeneración, no es cristiana, a menos que la palabra cristiana se use en sentido superficial, social y puramente religioso.

La deficiencia en la proclamación, el conocimiento y la experiencia de la regeneración ha creado una grave crisis en la iglesia. Y esta crisis se acentúa al sustituir la verdad de la regeneración con verdades a medias como la que conlleva la frase “aceptar a Cristo.”  A esto se refiere J. I. Packer cuando escribe,

No hay duda de que los evangélicos están hoy día en un estado de perplejidad y desorientación. En asuntos como la práctica del evangelismo, la enseñanza de la santidad, la edificación de las iglesias locales, la tarea los pastores con las almas y el ejercicio de la disciplina, hay una notable insatisfacción con la forma que se hacen las cosas y una creciente incertidumbre sobre como hacerlas en el futuro.”

Packer continúa diciendo:

Este es un fenómeno complejo al cual han contribuido muchos factores. Pero al ir a la raíz del asunto encontramos que al final estas perplejidades se deben a que hemos perdido la conexión con el evangelio bíblico…sin darnos cuenta, durante el pasado siglo, hemos cambiando el evangelio por un producto substituto que aunque luce similar en algunos de sus detalles, es decididamente algo diferente cuando lo vemos como un todo.” (Introducción a "La Muerte de la Muerte en la Muerte de Cristo" por John Owen).

El punto esencial de esta vasta crisis es que un gran número de gente que se considera cristiana, que es recibida en las iglesias como cristiana, y que llega hasta a ocupar posiciones de ministerio, nunca se han convertido aunque han “aceptado a Cristo”. Esto nos habla de la gran necesidad de la conversión de los pecadores, y sobre todo nos advierte que a como van las cosas nuestro primer campo misionero, aparte de nuestras casas, debería ser la misma iglesia donde tantos asistentes parecen necesitar una verdadera conversión bíblica.

Pero en realidad, no es de extrañar que los asientos de las iglesias estén llenos de inconversos cuando los pulpitos están escasos del evangelio; cuando la verdad se sustituye con sermones triviales de moralismo, terapia y ocurrencias humanas.