La Pluralidad Religiosa y la Analogía del Elefante

Por Víctor B. García  
 
El pluralismo y la tolerancia era la atmósfera dominante en el imperio romano durante los primeros siglos de nuestra era cuando la iglesia estaba en su infancia.  Había diversidad de culturas, nacionalidades y religiones; irónicamente, sin embargo, en medio de tanto pluralismo y tolerancia los cristianos eran despreciados y perseguidos.  Frente a esto Justino Martir, un escritor, defensor del cristianismo en esos fatídicos días le preguntó al emperador, “¿Por qué somos injustamente odiados más que todos los demás?” 

Lo mismo sucede en nuestros días.  Vivimos en una sociedad que profesa ser pluralista y tolerante, sin embargo los cristianos son despreciados y ridiculizados como si fuesen gente ignorante y estrecha de mente por creer en la existencia de la verdad.  Es más, el cristianismo es considerado peligroso por sostener la convicción que la verdad es absoluta y exclusiva.  Los pluralistas religiosos dicen que esa creencia es estúpida y arrogante; su advertencia para los cristianos es que se adapten a esta sociedad pluralista o se atengan a ser desechados por irrelevantes. 

Ellos dicen que las distintas verdades religiosas o filosóficas son ángulos diferentes de una misma cosa como en la historia de los ciegos que tocaron un elefante y se pusieron a discutir sobre su forma.  El que tocó la trompa alegaba dogmáticamente que el elefante es un animal flexible y largo; el que tocó el estomago decía que es como una pelota gigante; el que tocó la pierna afirmaba que es grueso y redondo; el que tocó la oreja decía que es plano y delgado.  Cada uno formó su propia religión o filosofía acusando a los demás de estar errados, pero no se daban cuenta que por su ceguera sólo veían una parte de la realidad completa del elefante.   

El problema con esta ilustración es que hace lo mismo que busca criticar--una afirmación exclusivista.  Quienquiera que la diga se pone en una posición ventajosa y arrogante.  Todos son ciegos, menos él; sólo él ve y conoce la verdad sobre la forma del elefante. 

Es aquí donde está la falla del pluralismo que detesta la idea de la verdad absoluta y ataca al cristianismo como intolerante y fanático; su visión es esencialmente religiosa y hace afirmaciones absolutas para negar que existe la verdad absoluta y para explicar la realidad suprema en sus propios términos.  Ellos pueden referirse a su posición como filosofía, realidad o cosmovisión--lo que quieran--pero es una suposición exclusivista acerca de la verdad.  Sería mas honesto que en lugar de despreciar y escarnecer el cristianismo con estos ridículos argumentos escucharan sus evidencias con una mente sin prejuicios, y si no están de acuerdo que lo dijeran con respeto.       

Simplemente El Libre Albedrío no Existe


Robert Raymond: “New Systematic Theology of the Christian Faith,” pp. 353, 356-7.  
(Traducido al español por Victor Garcia) 
Hay problemas cuando se dice que los hombres tienen libre albedrío (voluntad libre) como si tuvieran la capacidad o el poder de escoger cualquiera de varios cursos de acción incompatibles.   

Simplemente no existe tal cosa como un libre albedrío desconectado y totalmente independiente de la persona que escoge, como si el albedrío fuese algo que cuelga del aire disfrutando de alguna ventaja extra-personal por la que se pueden determinar las cosas y estuviese disponible para ser usado por cada individuo.    

Jonathan Edwards dice: “la voluntad es la mente escogiendo.”  En otras palabras, cada uno escoge lo que escoge de acuerdo a las limitaciones y complejidades de su persona.  Los hombres no pueden escoger caminar sobre el agua o agitar los brazos y volar; lo que decidan respecto a estas cosas está restringido por sus capacidades físicas.  De la misma manera, sus decisiones morales están determinadas por la totalidad de su naturaleza. 

Y la Biblia nos informa que los hombres son limitados pero ademas también son pecadores.  Por naturaleza ellos no pueden dar buen fruto (Mat. 7.18); por naturaleza no pueden oír las palabras de Cristo que podrían darles vida (Jn. 8.43); por naturaleza no pueden sujetarse a la ley de Dios (Rom. 8.7); por naturaleza no pueden discernir las verdades del Espíritu de Dios (1 Cor. 2.14); por naturaleza no pueden confesar con su corazón que Jesús es el Señor (1 Cor. 12.3); por naturaleza no pueden controlar la lengua (Sant. 3.8); y por naturaleza no pueden venir a Cristo (Juan 6.44, 45, 65).  Para poder hacer cualquiera de estas cosas ellos tienen que recibir una ayuda poderosa que venga de afuera.  Así que simplemente no hay tal cosa como una voluntad libre la cual pueda escoger lo bueno por si misma.    

La Biblia no sugiere en ninguna parte que los hombres son libres de los decretos que Dios ha establecido en su voluntad ni de su gobierno providencial.  Por todas partes afirma lo contrario enseñando que los propósitos de Dios y la ejecución providencial de sus propósito eterno es lo que determina todas las cosas.  Calvino escribió:

La voluntad de Dios es, y es justo que así sea, la causa de todo lo que existe. Porque si la voluntad de Dios tiene alguna causa querría decir que hay algo mayor que ella a lo cual está sujeta; y eso es ilícito pensarlo.   La voluntad de Dios es la regla más alta de justicia, tanto que cualquier cosa que Él determina tiene que ser considerada justa por el solo hecho de que Él la determina.  Por lo tanto, cuando alguien pregunta por qué Dios ha hecho algo, nosotros tenemos que responder: ‘porque Él así lo ha determinado’.  Pero si tú insistes en preguntar por qué lo determinó estás buscando algo mayor y más alto que la voluntad de Dios lo cual no puede encontrarse. 

Esto concuerda con la enseñanza de la Biblia.  De hecho, es asombroso cuán abiertamente ella afirma el hecho de la voluntad decretiva de Dios que lo abarca todo y la “santa, sabia y poderosa preservación y gobierno de todas sus criaturas y sus acciones.”  Ciertamente la Biblia es más abierta en proclamar esto mientras que muchos teólogos niegan completamente estas cosas con su silencio pensando que al callar están sirviendo a Dios.    

El Dios vivo y verdadero, dice la Biblia, es el soberano absoluto que gobierna el universo (Sal. 103.199; 115.3; 135.6).  La Biblia enseña que además de ser el creador del universo conforme a su propósito eterno, Dios controla todas las cosas en su creación por su providencia (1 Cron. 29.11).  Él hace todas las cosas según el designio de su voluntad (Ef. 1.11).  Él hace que todas las cosas obren para el bien (ser hechos a la imagen de Cristo) de los que lo aman. los cuales han sido llamados conforme a su propósito (Rom. 8.28).  De Él, por Él y para Él son todas las cosas (Romanos 11.36; 1 Cor. 8.6) desde la exaltación y destitución de los reyes hasta el vuelo y la caída de un pajarillo (Dan. 4.31-32; Mat. 10.29), desde el control de la historia de las naciones hasta el número de los cabellos en la cabeza de los hombres (Hech. 17.26; Mat. 10.30).    

¿Cuál es tu Excusa Para Rechazar el Evangelio?

(Fragmento de un sermón de Spurgeon titulado: “La Responsabilidad Humana.”)

Me parece oír a alguien diciendo, “Yo he oído muchas predicaciones, pero nunca he visto un buen testimonio.”  Puede que algunos digan eso con cierta razón, pero estoy seguro que la mayoría mienten. 

Te gusta criticar las inconsistencias que ves en ciertos cristianos y dices: “yo conozco a esta y a otra persona que se dicen cristianos y no viven lo que predican.”  Es penoso cuando esto sucede, pero ¿no hay alguien a quien tú conoces muy bien y sabes que sí vive que cree?  ¿No la recuerdas?  Es la mujer que te trajo al mundo.  Ella ha siempre arruina tus excusas.  Que fácil te sería rechazar el evangelio si el ejemplo piadoso de tu madre no te estorbara.  ¿No recuerdas entre tus primeras memorias que al abrir tus ojos por la mañana veías su amoroso rostro contemplándote con una lágrima en sus ojos y orando, “Dios, bendice a mi niño, que algún día conozca a Cristo como su redentor”?  Estos ejemplos te dejan sin excusa.  Así que, si continúas rechazando a Cristo ¡cuán terrible será el peso de tu condenación! 

Algunos me dirán que no tuvieron una madre así.  Su primera escuela fue la calle, y su único ejemplo fue el de un padre blasfemo.  Sin embargo, acuérdate que a pesar de eso hay un ejemplo perfecto que es el Señor Jesucristo.  Tú haz oído  de su santidad aunque nunca lo hayas visto.  Jesucristo, el hombre de Nazaret, fue un ejemplo perfecto; Él nunca hizo pecado, ni hubo engaño en su boca.   Si jamás has visto a un cristiano que sea digno de ese título, lo tienes en Cristo.  Así que si te atreves a decir que no hay ejemplos, estás apoyándote en una mentira porque el ejemplo, las obras y las palabras de Cristo te dejan sin excusa para tu pecado.

Me parece oír otra excusa: “He oído muchas predicaciones pero jamás he sentido nada.”  En realidad, no muchos pueden decir eso.  Algunos dirán, “He oído al pastor, pero jamás me ha impresionado.”  Pero en el día del juicio yo testificaré contra muchos que dicen eso, porque no es cierto.  ¿No he visto yo lágrimas en los ojos de ustedes mientras escuchan la Palabra? 

No, ustedes no desconocen lo que es ser impactados por el evangelio.  Ahora se han endurecido, pero no siempre ha sido así.  Ha habido momentos en que han sido susceptibles.  Recuerden que los pecados de su juventud los consumirán si continúan rechazando el evangelio.  Su corazón se ha endurecido, pero eso no los excusa.  Ustedes han sentido el impacto de la verdad.   Ahora mismo muchos pueden sentir el impacto de la verdad, y mientras oyen estas palabras se angustian pensando en sus iniquidades y quisieran venir a Cristo y luego ir y encerrarse en su cuarto y clamar su misericordia. 

Hubo alguien que le dijo a un ministro cuán impresionante era ver a la gente llorando durante el mensaje.  “Hay algo más impresionante que eso,” le dijo el ministro, “y es que muchos, después de que termina el servicio, se olvidan por qué estaban llorando.”  A ti probablemente te suceda eso, y después del servicio se te olvidará lo que estás sintiendo ahora.  Pero si eso pasa, Dios sabe que el Espíritu te redarguyó, y algún día Él te pedirá cuentas por eso.  Él ha puesto en tu camino señales que gritan: “¡Atiende a mi advertencia!  Estás corriendo desenfrenadamente en el camino de la iniquidad.”  Hoy mismo yo vengo a ti en el nombre de Dios para decirte, “¡Detente! dice el Señor, considera tus caminos. ¿Por qué morirás?  Vuélvete a mí.  ¿Por qué morirás, oh casa de Israel?”

Alguien puede estar diciendo, “Sé que el evangelio es verdad y hago mal en rechazarlo, pero yo no se qué hacer para ser salvo”   Espero que tú no te atrevas a poner esa excusa. ¿Acaso no has oído el mensaje que dice: “Cree y tendrás vida”?  Tú que lo has oído por diez, veinte, treinta y hasta cuarenta años; no digas, “Yo no sé lo que es el evangelio” porque desde tu niñez has sabido la verdad.  El nombre de Jesús sonaba en tus canciones infantiles.  Has bebido el evangelio desde el pecho de tu madre y a pesar de eso no has buscado a Cristo.  Los hombres dicen: “Conocer es poder.”  Pero, ¡ay! Cuando el conocimiento del Evangelio no se pone en práctica, este se convierte en condenación e ira.

Si después de oír estas cosas y de sentir lo que has sentido, lo haces todo a un lado, que así sea.  Si después de que en tu corazón se comenzó a encender el fuego de la gracia tú lo apagas, que así sea, pero recuerda que tu sangre será sobre tu cabeza y tus iniquidades caerán sobre ti.

Un Llamado al Arrepentimiento a Harold Camping de Family Radio (por James White)

05/23/2011
Apreciado Señor Camping:

En Julio del 2009 usted y yo tuvimos un debate en el programa ‘Iron Sharpen Iron’ (Hierro con Hierro se Afila) en relación a su enseñanza de que la edad de la iglesia había terminado y que Cristo regresaría el 21 de Mayo del 2011.  Espero que se recuerde de ese intercambio.  También estoy consciente de que usted debe al menos haber visto mi libro “Ondas de Radio Peligrosas: Refutando a Harold Camping y Defendiendo a la Iglesia.”  Yo he procurado advertir a la gente acerca de sus enseñanzas por casi una década.  Se que otros lo han estado haciendo por más tiempo que yo. 

Señor Camping, le escribo para buscar su arrepentimiento y una conclusión que glorifique a Dios lo más posible después de la debacle de su fallida profecía/enseñanza sobre el fin del mundo el 21 de Mayo, 2011.   No le escribo para debatir. El tiempo para el debate terminó el 21 de mayo, 2011.  Ahora es tiempo para que se arrepienta y busque remediar el daño masivo que ha provocado, principal y mayormente, a la causa de Cristo. 

Déjeme hacer una lista de los puntos de los que debe arrepentirse abierta y públicamente (usted es una persona publica y sus enseñanzas han sido diseminadas al rededor del mundo). 

Usted tiene que arrepentirse de su abuso de la Biblia, basado en las alegaciones de que se le abrió un entendimiento que, según usted, nadie más ha tenido y que se basa en una horrible mala interpretación de los libros de Apocalípsis y de Daniel. 

Señor Camping, La Biblia no es, ni nunca ha sido, un libro de códigos.  Usted ha atacado las reglas gramaticales e históricas que honran la intención y el significado de los autores originales y al hacerlo ha convertido la Biblia en un campo de juego privado donde usted y nadie más que usted establece las reglas. 

Usted decidió por su propia cuenta que ciertos números tienen ciertos significados y decidió cuales números debían ser agregados a los otros.  Usted dijo a sus audiencias que estaba simplemente enseñando la Biblia cuando no estaba haciendo nada de eso.   A menos que honre la intención de los autores originales, lo cual requiere una rigurosa tarea exegética y el estudio de los lenguajes y del trasfondo, usted no tiene ningún derecho a decir que representa la Biblia.  Esto ha sido su error primario por décadas y se que yo no he sido el primer ministro que ha buscado corregirlo respecto a esto.  Su manera completamente falaz de interpretación de la Biblia ha causado la burla de la fe Cristiana alrededor del mundo y usted tiene que arrepentirse de su caprichoso rechazo a la corrección ofrecida por muchos a través de los años.   

Usted tiene que arrepentirse de haber establecido repetidamente fechas y de su manipulación de los pasajes que dicen claramente que nosotros no sabemos y nunca sabremos la fecha de la venida de Cristo hasta que suceda.  Usted se ha equivocado varias veces, y ya es tiempo que ha estado en error cada vez que ha argumentado que podemos saber. 

Tiene que arrepentirse de sus muchas enseñanzas anti-bíblicas que han surgido de su rebelión contra la iglesia de Cristo.  Primero, y sobre todo debe arrepentirse de su ataque contra la iglesia y debe regresar a ella (le sugiero la iglesia local reformada de donde usted originalmente se separó) y buscar ponerse bajo su cuidado, arrepintiéndose de su divisionismo.  

Usted tiene que retractarse abierta y públicamente de su enseñanza que afirma que Satanás gobierna las iglesias y que todos los ministros del evangelio desde 1988 son siervos de Satanás.  Tiene que pedirle a todos los oyentes de Family Radio que regresen a sus iglesias con corazones arrepentidos.  Tiene que instruirlos para que busquen aprender a leer correctamente la Biblia y interpretarla a la luz de su significado e intento original, no como un libro gnóstico de códigos secretos. 

Igualmente tiene que retractarse y arrepentirse de otras falsas enseñanzas que ha promulgado, incluyendo, aunque no limitadas a, enseñanzas tales como que Jesús tuvo que morir dos veces, su enseñanza sobre el aniquilamiento, etc. 

Tiempo atrás usted sostuvo opiniones ortodoxas, pero usted rechazó el consejo piadoso y se fue tras el suyo propio y así fue usted mismo quien plantó las semillas de su propia destrucción, que ahora han brotado, súbitamente por lo que parece, trayendo la cosecha de condenación que ahora justamente enfrenta. 

Usted tiene también que arrepentirse del evangelio pervertido que ha estado enseñando, removiendo no sólo el arrepentimiento y la fe bajo el pretexto de que son ‘obras (ninguna de ellas es obra, son los dones de Dios para Sus elegidos por Su Espíritu y permanecen como parte del paquete del llamamiento del Evangelio), sino agregándole la creencia de que los que no creyesen en su profecía sobre el 21 de Mayo, 2011 sufrirían tormento eterno.  Usted ha estado predicando un falso evangelio Señor Camping y tiene que arrepentirse por esto. 

El tiempo para los intercambios y los debates ha pasado.  Su enseñanza ha sido desaprobada y su única esperanza es que se arrepienta por completo de sus falsedades.  Me temo que si busca rescatar su reputación terminará su vida bajo la ira de Dios.  Su falta de voluntad para oír el consejo ha causado ya mucho daño a la causa de Cristo.  Usted todavía tiene una oportunidad de Redención.  No siga endureciendo su cerviz.  arrepiéntase y vuélvase de sus caminos desviados. 

James White
Alpha y Omega Ministries 
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o vaya a Alpha y Omega Ministries 

Mientras no te Conviertas Estarás Sirviendo a Satanás

por Richard Baxter 

Seguramente tú no crees esto y talvez te ofenda oírlo, pero es Dios quien lo dice en Su palabra: mientras no te conviertas eres cautivo de Satanás y es él quien guía tu vida. En el mundo hay solo dos clases de personas: los esclavos del pecado y los esclavos de Cristo. Sólo hay dos ejércitos: Satanás es el general de uno, y Cristo es el del otro.  

En su primer ataque contra el hombre, Satanás derrotó a Adán nuestro padre al inducirlo a pecar, poniéndolo bajo su dominio, no sólo a él sino a sus descendientes. Por eso vino Cristo al mundo, para deshacer las obras del diablo (1 Juan 3.8). Y Cristo deshace las obras del diablo a través de la conversión de los hombres.

De manera que mientras no te conviertas seguirás siendo un esclavo de Satanás y sólo a través de la conversión podrás ser libre y llegar a ser un hijo o una hija de Dios.

¿Qué piensas de esto? ¿No crees que es terrible ser esclavo de Satanás? Si no crees lo que la Biblia dice sobre esto, al menos examina tu corazón y allí podrás descubrir y sentir esta verdad. ¿No sientes cómo tu voluntad está inclinada a hacer lo malo? ¿Cómo tu corazón te guía hacia la mundanalidad, a los hábitos dañinos, a la malicia, al orgullo y a los placeres pecaminosos? Dios pide que le des tu corazón y tú no respondes. Él te llama a ocuparte de lo eterno y tú no te ocupas. En cambio, descuidas tu alma por un poco de placer mundanal.  Esas son las señales de alguien que es esclavo del diablo.

Escucha lo que dice la Biblia: “¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavo para obedecerlo, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o de la obediencia para justicia?” (Rom. 6.16).  “El que practica el pecado es del diablo. En esto se manifiestan los hijos de Dios y los hijos del diablo; todo el que no hace justicia, y que no ama a su hermano no es de Dios” (1 Juan 3.8).

El significado de estos pasajes es que aquellos cuya vida y corazón se inclinan al pecado, a sus deseos carnales y al mundo, son del diablo, y los que se inclinan a lo santo son hijos de Dios. 2 Pedro 2.19 dice, “el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció;” y 2 tim. 2.26 dice que los inconversos están atrapados “por el lazo del diablo, en el que están cautivos a voluntad de él”.  Hechos 26.18 dice claramente que los que se convierten son librados de la potestad de Satanás  a Dios.  Así que tú puedes ver cuán claramente la Escritura enseña que hasta que una persona se convierte, ésta se halla bajo el poder de Satanás.  

Quizás tú no percibes lo miserable de tu condición, pero eso no es extraño porque Satanás, “el hombre fuerte” suele mantener en paz a sus siervos hasta que “el más fuerte”—Cristo—trae liberación a través de la conversión (Lc. 11.21). ¡Si te pudieras dar cuenta cuán cerca estás de Satanás! Entonces querrías cambiar de amo.

Si Satanás se te apareciera visiblemente, estoy seguro que tus piernas temblarían y tu carne se erizaría de miedo. ¿Y cómo no te da miedo ser gobernado por él? ¿Cómo no te aterroriza pensar que estarás con él eternamente? Aunque no lo veas, tú estas bajo su control, y eso debería horrorizarte.  ¡Si supieras que es el mismo diablo quien te hace dudar de la Escritura, contradecirla, y ser indiferente a ella! 

Estoy seguro que tú te horrorizarías si oyeras su voz diciéndote: “Ve a emborracharte o a tener sexo ilícito” Pero, ¿no te das cuenta que cada vez que piensas así, es él quien te lo dice? Tu corazón es la madre de esos pensamientos, pero Satanás es el padre. Cuando tú piensas que el pecado no es tan grave como los predicadores dicen, que Dios no va a condenar a los inconversos sino que los salvará aunque vivan en el pecado, que todo esto es exageración y fanatismo, esto no es otra cosa más que el diablo actuando en tu mente como si lo estuvieras oyendo a viva voz.

Él es quien te incita a disfrutar del pecado y el mundo, y te dice que no temas, que si te haz de convertir no tiene que ser ya.  Él es el que te hace odiar a los que procuran tu conversión, y hace que te burles de los que temen a Dios. Es él quien te hace perder el tiempo, especialmente en el Día del Señor, y te hace hablar obscenidades, insultos y mentiras, y el que te hace amar la vanidad.  La escritura dice que esto es así, (1 Juan 3.8).  Al autor se le conoce por su obra, y una obra tan mala no puede tener mejor autor que Satanás.  

Piensa donde estás, y cuál es tu condición. ¿Sabias que estás bajo el dominio de Satanás? ¿Cómo puedes dormir y vivir tan tranquilo y descuidado estando en esta condición?
         
Si un hombre secuestrado por criminales y torturado en un calabozo oscuro y sucio, fuese liberado. ¿No crees que estaría agradecido con su liberador?  Sin embargo los siervos de Satanás son siervos voluntarios que rechazan al Cristo que quiere liberarlos. Si tú lo rechazas, tendrás lo que te mereces, pues estás escogiendo seguir cautivo. Cristo ha dado su sangre para liberar a pecadores como tú pero tú no lo aceptas. El ha muerto en la cruz, ha enviado predicadores, ha enviado su Espíritu. ¿Qué compasión se puede tener de alguien así en el día de su condenación eterna?

Es extraño como la gente dice que odia al diablo, y sin embargo aman servirlo porque aman el pecado. Ellos dicen que no quieren nada con él, pero le obedecen. Tu le odias a él pero amas el pecado por que te da placer, sin darte cuenta que es él quien te lleva a pecar. Si te dieras cuenta, renunciarías

¿Qué harás? ¿Renunciaras al diablo y te convertirás a Dios o rechazarás a Dios y seguirás siendo un servidor de Satanás?

Cuando las Iglesias Crean su Propia Agenda

por Víctor B. García  

Necesitamos iglesias bíblicamente sólidas y puras. La vida 
cristiana sin ellas es una vida sin columna, sujeta al fracaso,  
es como querer nadar en una piscina sin agua.

Procusto tenía una casa en las montañas donde recibía a los viajeros solitarios brindándoles hospitalidad, alimento y una cama ajustada a su tamaño para pasar la noche.  Pero esa hospitalidad era peligrosa.  Cuando el cansado viajero se acostaba, Procusto lo amarraba y comenzaba a ajustarlo al tamaño de la cama según fuese necesario; si era alto le amputaba los pies, si era pequeño lo estiraba horriblemente.  Posteriormente les quitaba la vida y los devoraba. La cama de Procusto era la cama de la muerte.     

Esto es mitología griega y Procusto quizás nunca existió, pero su método para ajustar sus victimas a la medida de su cama sigue vigente.  Esto se ve en las iglesias que parecen estar amarradas a una cama de Procusto donde sus agendas son recortadas o estiradas según las exigencia de la cultura, de sus frívolos feligreses o de los inventos de sus líderes.  

La ansiedad por formar iglesias exitosas y populares hace a muchos actuar como Procusto con tal de lograr su propósito.  Pareciera que ellos piensan que la solidez bíblica se mide por los números, la solvencia financiera o el prestigio institucional.  Ciertamente, el crecimiento, el evangelismo y el liderazgo son vitales pero de nada sirven si son motivados por una sutil agenda humana.  La visión, la teología y la oración son indispensables pero  honran a Dios sólo si se someten a la medida de la Escritura.

No importa cuán impresionante sea una iglesia, un líder, un método o una experiencia; esto no tienen ningún valor cuando se violan las normas de la Escritura.  Nada ni nadie está por encima de la autoridad y la suficiencia de la Biblia.  “¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido” (Isaías. 8.20).

La realidad de nuestros días es que las iglesias bíblicamente sólidas escasean, no por falta de música, programas o asistentes sino por su abandono de la agenda bíblica.  Y esto no es porque la agenda sea oscura y difícil de entender; al contrario, es muy clara.  1 Timoteo 3.15 la delinea breve y tersamente en cuatro declaraciones a las que toda congregación que busca verdadera solidez bíblica debe ajustarse: 1) La iglesia es casa de Dios, 2) la iglesia es la iglesia del Dios Viviente 3) la iglesia es columna (sostén) de la verdad, 4) La iglesia es baluarte (defensa) de la verdad.  

Visto desde otra perspectiva podemos expresar estas cuatro verdades diciendo que una iglesia bíblicamente sólida no es casa de hombres, no es la iglesia de un ‘dios’ creado por la cultura popular, no es columna para sostener causas y proyectos humanos, ni es trinchera para defender razonamientos persuasivos y vanas sutilezas.  La implementación practica y fiel de estas verdades tiene grandes implicaciones.  Veamos:    

1. La iglesia es Casa de Dios no de Hombres
Dios llama a la iglesia su morada, y su familia.  La llama su morada porque Él vive en cada uno de los suyos y ha prometido habitar con ellos y entre ellos cuando estos se congregan como iglesia.  Pablo habla de esto abundantemente: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?... (1 Cor. 3.17).  “El templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es…” (2 Cor. 6.16,).  “Vosotros sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu” (Ef. 2. 19).

La presencia de Dios está garantizada a su pueblo por ‘Emmanuel, Dios con nosotros’, el Verbo hecho carne quien promete a su pueblo “donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:20).

Si queremos estar donde Dios habita, debemos ser parte de la iglesia, respetarla, asistir a sus cultos y comprometernos unos con otros en ella.  Nuestra relación con Dios depende en gran medida de cómo nos relacionamos con la iglesia la cual Él edifica con sus propias manos.  1 Pedro 2.5 dice: “Vosotros, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.” 

Ciertamente los que componemos la iglesia somos hombres y mujeres, pero el centro es Dios no el hombre. Él es el edificador de su iglesia, el que la gobierna y a quien pertenecen todo el mérito, atención y obediencia. 

Pero la iglesia no solo es morada sino también familia de Dios. Los miembros de una iglesia ordenada bíblicamente son una verdadera familia pues son sus hijos y Él es su Padre (Rom 8.15-17).  Dios ha establecido que en su familia haya orden y regulaciones, y sus hijos se someten a ese orden.  Si en nuestras casas privadas debe haber orden, ¡cuánto más en la familia de Dios! 

Todo aquel que considera a Dios su Padre manifestará la legitimidad de su pertenencia a la familia por su deseo de involucrarse gozosa y seriamente con sus hermanos.  ¿Se puede tener a Dios por Padre y rehusar, desatenderse o abusar de su familia?  No! Sin embargo, muchos lo hacen; algunos no consideran la iglesia indispensable, otros son negligentes en su compromiso con ella, otros la rebajan al nivel de un centro de mejoramiento terapéutico y otros la ultrajan usándola para engrandecerse a si mismos.  Quienes así lo hagan tendrán que dar cuenta un día al padre de familia (Mt. 24.45-51).

2. La Iglesia es del Dios Viviente no de un ‘dios’ creado por la Cultura Popular
Dios no es un concepto cultural y maleable.  Él está inmutablemente presente en ella.  Está presente en Emmanuel su Hijo, “Dios con nosotros” (Mat. 1.23); está presente por su Espíritu de quien Cristo dijo: “Yo rogaré al Padre, y Él os dará otro Consolador para que esté con vosotros para siempre” (Juan 14:16).  Así Él cumple la promesa de su pacto: “Habitaré y andaré entre ellos, Y seré su Dios, Y ellos serán mi pueblo” (2 Corintios 6:16).

El Dios de la iglesia es el eterno Dios de la Biblia; es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.  Es un Dios de amor que ama a su pueblo pero a la vez es fuego consumidor que devora a sus adversarios.  Es un Dios de gracia que salva pero también es Dios de justicia y santidad que condena.  Él muestra las riquezas de su gloria en sus vasos de misericordia que Él preparó de antemano  y demuestra su ira y su poder en los vasos de ira preparados para destrucción (Rom. 9.22-23).  El es un Dios absolutamente soberano que hace todas las cosas según su beneplácito que se propone en si mismo (Ef. 1.5, 9, 11).  Él dice: “Yo soy Jehová, y ninguno más hay; no hay Dios fuera de mí… no hay más que yo; yo Jehová, y ninguno más que yo” (Isaías 45:5-6).  Él responde a los opositores de su soberanía: “¿quién eres tú, para que alterques con Dios? Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así?  ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?” (Romanos 9:20-21).

El Dios de la iglesia es el Dios trino. Dios Padre ha amado a sus elegidos desde antes de la fundación del mundo (Ef. 1.4-5) y dio a su Hijo por ellos (Jn. 4.14).  Él ha creado la iglesia para su gloria, “para que la multiforme sabiduría de Dios sea dada a conocer por ella a los principados y potestades en los lugares celestiales” (Ef. 3.10).  Dios Hijo amó a la iglesia y se entregó a si mismo por ella (Ef. 5.25, Tito 2.14); Él es el pastor que dio su vida por las ovejas, la cabeza y el esposo que ha prometido estar dondequiera que ella se reúne o predique su Palabra (Mat. 18.20, Mat. 28.19).  En la Santa Cena la iglesia conmemora la muerte de su Salvador (1 Cor. 11.23-2). Dios Espíritu Santo confirma el origen divino de la iglesia con su poder sobrenatural que regenera a sus miembros, da poder a cada uno para mortificar el pecado, vive en ellos, les revela la Escritura que Él mismo inspiró, promueve la unidad y la paz espiritual entre ellos, les da dones y les garantiza la glorificación. 

Muchas iglesias, usando el método de 'la cama de Procusto’ ajustan la imagen bíblica de Dios a la mentalidad de la cultura consumista, autocomplaciente y profana de nuestros días que no tolera la soberanía, la justicia, la santidad y la ley del Dios Vivo.  De esta manera caen en una sutil idolatría 'evangélica'  A esto se refiere Pablo en 2 Timoteo 4:3-4 cuando dice: “vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas.”  Hay severas advertencias para los que creando un ‘dios’ a la medida de las presiones culturales se apartan incredulamente del Dios vivo. 
      
La iglesia del Dios Viviente es una iglesia consciente de que el mandamiento: “no te harás imagen ni ninguna semejanza…” no solo prohíbe las imágenes de bulto sino también las imaginaciones y conceptos mundanos y sentimentales de Dios así como los inventos y caprichos en la adoración. 

3.  La iglesia es columna (sostén) de la verdad no de proyectos humanos
La verdad no prevalecería sin la columna que es la iglesia.  Si la iglesia desapareciera, la verdad caería y el mundo quedaría sin esperanza. Pero la iglesia no desaparecerá pues Cristo ha prometido que las puertas del infierno no prevalecerán contra ella (Mat. 16.18, 1 Pedro 1.25, Ef. 3.21).  La iglesia es columna en varias formas: 
  • Dios preserva su verdad en ella y a través de ella (1 Tim. 4.16; 6.13-14).  El inspiró sobrenaturalmente a sus profetas y sus apóstoles para entregar las Escrituras, y a su pueblo le da el Espíritu para que la comprenda, la ame y la predique fielmente. 
  • La iglesia proclama el Evangelio y administra la verdad y los medios de gracia: No hay otra institución en la tierra llamada y capacitada para pregonar el evangelio, el medio de Dios para regenerar a los pecadores (Rom. 10.17).  Sólo la iglesia ama la verdad la cual administra y preserva a través de sus miembros quienes se alimentan y fortalecen con los medios de gracia de los que participan cuando se congregan.  Por eso la iglesia es llamada la madre de los creyentes (Gal. 4.26). 
  • En ella se inicia y sanciona el evangelismo y a los predicadores (Hech. 13.3).  Es en la iglesia donde nacen, se forman y de donde salen los predicadores ungidos de Dios para pregonar su verdad. 
  • Ella preserva y protege la comunión y la santidad de los hijos de Dios  Por eso tiene autoridad para juzgar y disciplinar espiritualmente a sus miembros (Mat. 18.17-18; 1 Cor. 5.2; 2 Tes. 3.6-15).
 La función de la iglesia es espiritualmente indispensable.  Cuando la iglesia no ocupa el lugar que le corresponde, tanto la verdad como la vida del pueblo de Dios peligran.  Sin iglesias sanas y solidas la verdad es malinterpretada, comprometida o ignorada.  La verdad no procede de la iglesia, pero ella le da estabilidad y permanencia.

La iglesia tiene que ver con los intereses de Dios no de los hombres.  Aquí no hay lugar para proyectos o imperios humanos; aquí no debe haber jefes, estrellas, artistas, políticos, tiranos, ni hombres que merezcan veneración.  Las causas y ambiciones sociales, políticas, financieras, artísticas, religiosas o personales no tienen absolutamente ningún lugar preponderante en ella.  Todo lo que se hace es con el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús, con humildad, espíritu de servicio, modestia y enfoque en la eternidad.     

A pesar de esto hay muchos que hacen mercadería con la verdad.  A estos se refiere Romanos 16:18 diciendo: “tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos."  Pablo advierte al respecto: “por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal"  (Filipenses 3:18-19).  Ezequiel tiene una palabra para estos: “¡Ay de los pastores de Israel, que se apacientan a sí mismos! ¿No apacientan los pastores a los rebaños?” (34:2).   

4. La iglesia es baluarte (defensa) de la verdad, no trinchera para razonamientos persuasivos y vanas sutilezas   
La iglesia como columna sostiene la estructura de la verdad, pero como baluarte la defiende contra el error y los ataques de sus enemigos.  No es una simple institución social u organización estratégica; es una trinchera, un cuartel militar, un ejército de guerreros que pelean contra el pecado, el error, el mundo y la carnalidad remanente de nuestro corazón.  La iglesia no tiene lucha contra sangre y carne sino contra principados, potestades, gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra malicias espirituales.  Por eso ella pelea con la oración, con la Biblia, con el testimonio santo de sus miembros, con el poder del Espíritu y con Jesucristo como su supremo comandante.  Pablo dijo: “Pelea la buena batalla de la fe” (1 Tim. 6.12); Judas nos exhorta a contender, “eficazmente por la fe una vez dada a los santos” (Jud. 3). 

La promesa de Dios de que las puertas del infierno no prevalecerán contra la iglesia nos da confianza y aliento para no desmayar en esta batalla sin tregua.  Las organizaciones humanas no permanecen, pero la iglesia sí porque no es una institución humana, y Dios la defiende porque a través de ella Él defiende su verdad. 

De modo que todas las sutilezas, filosofías huecas, doctrinas de hombres, herejías e ideas desviadas serán desechadas, y sus promotores y seguidores serán avergonzados.  Aquellos lobos rapaces que entran en medio del rebaño para hablar cosas perversas, los falsos maestros que vanamente hinchados por su mente carnal no se asen a la Cabeza sino que siguen a espíritus engañadores y doctrinas de demonios serán juzgados y hallados faltos.  “Jehová defenderá al morador de Jerusalén; el que entre ellos fuere débil, en aquel tiempo será como David; y la casa de David como Dios, como el ángel de Jehová delante de ellos” (Zacarías 12:8).

Usemos nuestras energías en una iglesia local, fiel a 1 Timoteo 3.15 y a todo el consejo de Dios, que sea una familia ordenada, centrada en Dios, pregonando al Dios de la Biblia y promoviendo su causa y su verdad sin agendas ocultas de hombres.   

No debemos acomodarnos a iglesias amarradas a 'la cama de Procusto', iglesias donde la verdad es reducida o alargada para propósitos humanos pues al final nada aun los beneficios y el bienestar que se consigan serán engañosos.  Alejemos de los ministros que se ponen a jugar el papel de Procusto alargando o acortando las medidas que Dios ha establecido para la iglesia y cambiando la agenda establecida divinamente por las suyas propias.   

Necesitamos iglesias sólidas y puras.  La vida cristiana sin ellas es una vida sin columna, sujeta al fracaso; es como querer nadar en una piscina sin agua.  ¡Que Dios nos de iglesias así!  

"No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad" (3 Juan 1:4). 
"Mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre" (Hechos 20:28).

La Vieja Historia del Rechazo a Dios y a Su Providencia

Victor B. García

Los paganos e incrédulos nunca han creído que haya un Dios de providencia que lo gobierna todo con sabiduría, poder y gracia. Ellos tienden a pensar que sino pueden comprender algo es porque no existe o existe sólo de acuerdo a su percepción y teorías. 

Esta actitud es común a todos los conceptos paganos que han existido: el ateísmo (la negación de Dios), el politeísmo (la adoración a múltiples dioses), el agnosticismo (la idea de que es imposible conocer a Dios), el panteísmo (la noción de que todo en la naturaleza es dios) y el deísmo (la idea de que Dios es indiferente a su creación).

Dos ejemplos de la filosofía de los paganos sobre la providencia de Dios son la filosofía de Aristóteles y la de los Epicúreos. Aristóteles, el príncipe de los filósofos griegos, vivió 300 años antes de Cristo. A pesar de su brillante lógica, la única explicación que pudo dar del origen del mundo fue un principio que él llamó “el motor primero,” que para él era Dios, un ente que no podía pensar en otra cosa más que en sí mismo por que era demasiado perfecto para ocuparse de su creación. Un Dios ajeno a su creación.

Por su parte, los Epicúreos, un movimiento filosófico griego fundado antes de Cristo, reconocía la existencia de un Dios pero lo excluía de los asuntos del mundo diciendo que si Él tuviera que gobernar su creación seria infeliz pues el trabajo de gobernar lo mantendría turbado. Para ellos la creación y los hombres eran gobernados por fuerzas mecánicas naturales.

Todas estas ideas son viejas; sin embargo, son esencialmente las mismas que muchos científicos y filósofos modernos sostienen hoy día, provocando el mismo efecto pernicioso de hacer que la gente vea a Dios como un ser ajeno o inexistente sin importancia para la vida practica.

El siglo 20 fue una época fértil para los infieles. El Francés Jean Paul-Sartre, por ejemplo, fue un influyente pregonero del rechazo a Dios y su providencia. Él insistía en que aunque Dios existiera sería necesario rechazarlo porque la idea de Dios le roba al hombre su libertad. Otro fue Alberto Camus, también de Francia, quien proponía lo que él llamaba “ateismo heroico” que consistía desafiar con arrogancia a Dios y volcar todo el amor y la preocupación de que uno es capaz sobre la humanidad, olvidándose de Dios.

Lamentablemente, la gran mayoría de los hombres de ciencia modernos se han alimentado con estas ideas y muchas de las más influyentes teorías científicas de nuestra época están fundamentadas en ellas, aunque digan basarse en hechos concretos. Una de estas teorías es la evolución que considera al hombre un animal que ha avanzado como producto de leyes naturales ciegas, y millones de años de casualidades. Otra es la teoría del Big-Bang que explica la creación del universo como producto de un accidente cósmico provocado por fuerzas naturales sin propósito. En todo esto Dios está ausente, y las presuposiciones filosóficas de los científicos nunca permitirían que Él fuera una posibilidad en la creación y gobierno de la creación.

Supuestamente, la controversia entre la ciencia, la filosofía y Dios es un asunto del intelecto, pero en realidad es un asunto moral y espiritual. Uno de los filósofos paganos más celebres, el gran orador Romano Cicerón, quien vivió cien años antes de Cristo, confirma esto cuando, contradiciendo la providencia de Dios, argumenta:

Si en verdad Dios gobierna su creación nos encontramos
bajo el ojo curioso de un vigilante eterno y debemos estar
temerosos día y noche. ¿Quién no estará atemorizado de
un espía infiltrado, de un Dios que lo provee, lo planea y
lo observa todo por que considera que todo le concierne?

Los paganos – antiguos y contemporáneos – se dan cuenta que si reconocen la providencia, esto les hace responsables ante el tribunal supremo de un Dios justo que registra todas sus obras, palabras, pensamientos e intenciones, y esto es para ellos un yugo imposible de soportar.

Este rechazo es antiquísimo. Lo vemos por primera vez cuando Adán al oír la voz de Dios se escondió de Él por que le tuvo miedo, un miedo que después se volvió hostilidad. De allí en adelante todos los que han rechazado la gracia de Dios, desde Caín, los Antidiluvianos, Nimrod, los de Babel, hasta los más celebrados pensadores contemporáneos también han negado su providencia.

De manera que la razón por la cual nuestra generación rechaza e ignora la Providencia de Dios es la misma por la cual lo hizo Caín, Nimrod, Aristóteles, Cicerón, Sartre, Camus, Darwin, Freud, Marx, Nietzche y todos los incrédulos de la historia y del presente, ya sean de barrio o de universidad. Y ésta razón es que ellos han escogido voluntariamente ignorar el testimonio de la creación, el de sus conciencias y el de la revelación del Dios verdadero.

Habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a
Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en
sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido,
profesando ser sabios, se hicieron necios.” (Rom. 1.21-22).

¿Ejemplos de Amor Conyugal en la Biblia ? No Muchos, Pero Cristo Sí.

Víctor B. García

¿Cómo es el amor con que un marido debe amar a su mujer?  ¿Quién sería un buen ejemplo en la Biblia de ese amor? 

Adán no. Él desprotegió a su mujer de la serpiente y después la culpó por su pecado.  Abraham tampoco. Él, por miedo mintió dos veces sobre su relación con Sara poniendo en peligro su vida e integridad.  Isaac hizo lo mismo.  Jacob amó a Raquel pero su vida familiar fue un caos pues tuvo otras tres mujeres con cada una de las cuales tuvo hijos.

¿Quién podría darnos un ejemplo que inspire un poco más? ¿Moisés, de cuya vida matrimonial no sabemos casi nada?  ¿Job quien era un hombre justo pero tuvo una mujer impía por esposa?  ¿David o Salomón que se distinguieron por su poligamia?  ¿Samuel quien fue un gran profeta pero no se sabe qué clase de marido fue?  ¿Pedro cuya vida matrimonial es un misterio excepto que la Biblia nos dice que tenía suegra? 

Algunos buenos ejemplos podrían ser Booz que parece haber gozado una tierna relación con Ruth.  O José, el padre adoptivo de Jesús, quien actuó con verdadero liderazgo para proteger la integridad moral y física de María y a Jesús en su niñez. O Aquila quien vivía en armonía con Priscila aunque aparentemente ella era tan o probablemente más competente que él.  Otro podría ser Oseas quien fue capaz de amar y perdonar a su mujer a pesar de sus fornicaciones.  

Ciertamente, hay una gran escasez de ejemplos de maridos que amen a sus mujeres como Dios lo manda, no solo en la vida contemporánea sino en la historia bíblica.  Curiosamente, el apóstol Pablo, quien escribió los principios más sublimes e importantes sobre cómo un hombre debe amar a su mujer no era casado. Pero con todo eso, inspirado por el Espíritu, fue certero y supo escoger el mejor ejemplo. Él dijo que los maridos deben amar a sus mujeres así como Cristo amó a la iglesia.  

Cristo es el ejemplo y la medida del amor conyugal.  El amó y sigue amando a su esposa, la iglesia, con un amor sacrificial y transformador, con un amor fiel al pacto que hizo con ella.  El amor de Cristo por su esposa es un amor inquebrantable y persistente que no depende de las circunstancias, de los sentimientos ni del mérito y la dignidad de ella.  Es así como los maridos debemos amar a nuestra mujer.  Y es solamente en Él que podemos hacerlo. Por la gracia de Cristo los hombres podemos reflejar en el amor por nuestras mujeres, el amor de Cristo por su iglesia. 

Las Ideas Humanas Sobre el Amor de Dios

 Víctor B. García 
 
Dios es amor. Eso es fácil de entender.  La gente está de acuerdo con esto y le agrada pensar en ello aunque ignore o dude muchas otras cosas acerca de Dios.

La idea de un Dios amoroso es muy difundida y aceptada en la cultura popular. Al mismo tiempo, la idea de un Dios santo, soberano, justo cuya ira es temible es intensamente rechazada.  Estas cosas son consideradas incompatibles con un Dios bueno y amoroso. Suenan mal, rudas e ignorantes, y la gente las resiste a pesar de que la Biblia habla claramente de ellas.  El resultado de esto es que el amor de Dios como la gente se lo imagina no es el amor del Dios de la Biblia; es una idea fragmentaria, trivial y desfigurada.   

¿Por qué esa tergiversación del amor? ¿Y por qué tanta controversia con la santidad, la justicia, la soberanía y la ira de Dios?  Brevemente se puede citar estas razones:

1.    Las corrientes culturales
El pluralismo, la tolerancia y la igualdad social son los conceptos predominantes de nuestra época.  Las encuestas muestran que la gente difícilmente piensa en Dios como rey, especialmente un rey soberano con autoridad suprema sobre sus vidas; mucho menos piensan en El como juez. 

Ellos prefieren pensar en un amigo cordial, complaciente y democrático que se adapta a sus inclinaciones y conceptos.  La gente suaviza el carácter de Dios de acuerdo al panorama placentero que la cultura del consumismo, el entretenimiento y la psicología de la autoestima han creado.  Con el estimulo de Hollywood y de los medios masivos de comunicación nuestra cultura rechaza la realidad de que Dios es Dios y no puede ser reducido a nuestra experiencia, sentimientos o lógica natural.

Ciertamente, las cosas terribles que suceden en nuestro mundo como las guerras, las masacres, las injusticias, los desastres naturales, la pobreza y el terrorismo hacen que muchos cuestionen el amor de Dios y lo juzguen experimentalmente.  Ante estas cosas, el sentimiento y la lógica conducen a muchos a cambiar su forma de concebir a Dios; a otros los conduce al ateismo o la indiferencia.  Ellos no tienen interés ni la más minina noción real de las palabras de Isaías acerca de la incompresibilidad de los caminos y la mente de Dios:
Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni mis caminos vuestros caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos y mis pensamientos que vuestros pensamientos (Isaías 55:8-9).

2.    El repudio de las verdades bíblicas más fundamentales
No es difícil entender por qué creer en el amor de Dios es placentero mientras que sus juicios, su ira y su justicia resultan escandalosos e insoportables.  Es natural que el mundo quiera purgar los conceptos de Dios que les parecen severos para evitar sentirse incomodo y amenazado.  Lo sorprendente es que muchos cristianos, cuyo entendimiento debería estar bien informado por las Escrituras, han perdido el verdadero y más vital conocimiento de Dios de manera que su concepto no difiere mucho del de la gente del mundo. 

Esto tiene que ver con los predicadores.  Las encuestas y la experiencia indican que los sermones más populares y abordados en los púlpitos modernos giran alrededor de temas sobre cómo vencer las ansiedades, la depresión y el temor, cómo mejorar las relaciones familiares y laborales, cómo aumentar la autoestima y la satisfacción personal o cómo lograr la paz, la sanidad interna y la prosperidad material, etc.  

Pero a la vez que los predicadores se ocupan de estas cosas evitan hablar de cuestiones que provoquen la ansiedad espiritual de sus oyentes como el pecado, la muerte, la eternidad del alma, la condenación eterna, el juicio y la ira de Dios.  Evitan hablar de la obediencia, la gracia santificadora y la auto-negación.  El rechazo sistemático y consistente de la totalidad de las enseñanzas escritúrales sobre Dios, producen, lógicamente, una visión distorsionada de su amor. De manera que tanto la gente del mundo como los cristianos que se exponen a ese tipo de predicación resisten al Dios revelado en la Biblia. 

Ese rechazo es una tendencia muy humana cuya raíz se encuentra en  el repudio de dos realidades fundamentales: la realidad del pecado humano y la realidad de la santidad de Dios.  Estos dos factores tan ofensivos para nuestra cultura son sistemáticamente rechazados por los hombres que quieren seguir refugiándose en su propio concepto humanista de un amor sentimentalmente satisfactorio pero desligado de la realidad de este Dios tan majestuoso que nos revela su verdadero amor en las Escrituras.  

Obviamente, cuando alguien se imagina que Dios no es otra cosa más que amor, su conclusión va a coincidir con la de la mayoría, pero va a chocar con lo que El revela en su Palabra.

Mientras tengamos vida, podremos discutir acerca de Dios, y estar a favor o en contra de sus atributos o su existencia. Pero la vida que disfrutamos y la mente que nos permite sostener esas discusiones se las debemos a que El, por su paciencia y misericordia, nos sustenta, aunque merecemos la muerte.

Dios es muy santo y nosotros le ofendemos grave y continuamente con nuestro pecado. Y la única razón por la que El nos prolonga la vida es por que es amoroso y misericordioso.  Si tu puedes entender esto conocerás y te deleitaras en el verdadero amor; el amor de aquel de quien la escritura dice:

Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno.   Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros (Romanos 5:7-8)  

No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, Ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados.   Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, Engrandeció su misericordia sobre los que le temen.  Cuanto está lejos el oriente del occidente, Hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones.  Como el padre se compadece de los hijos, Se compadece Jehová de los que le temen. Porque él conoce nuestra condición; Se acuerda de que somos polvo. (Salmo 103:10-14).