"El Progreso del Peregrino" de Bunyan



"El Progreso del Peregrino" es una alegoría cristiana escrita por John Bunyan, un predicador puritano inglés  del siglo diecisiete. Su historia se centra en la vida de un personaje llamado Cristiano, cuyas aventuras representan las vivencias de todo hijo de Dios en su camino hacia la vida eterna. 

"El Peregrino," aparte de la Biblia, ha sido el libro más traducido a otras lenguas y el más extensamente publicado y distribuido en toda la historia. Desde su publicación original en 1678 nunca ha dejado de ser impreso.

En 1658, Bunyan fue arrestado por predicar sin la aprobación de la iglesia nacional de Inglaterra y acusado de "enseñar a los hombres a adorar a Dios en contra de la ley (de la iglesia Anglicana)." Esto lo llevó a la cárcel repetidamente, donde pasó doce años de su vida.  Fué en la prisión que Bunyan escribió "El Progreso del Peregrino."

 Charles Spurgeon consideró "El Peregrino" como un libro esencial para la vida espiritual del creyente y consideraba que todo cristiano debería leerlo. Él mismo dijo haberlo leído más de 100 veces.   

El Problema de los Miembros Inconversos en las Iglesias


Por Víctor B García

Según los reportes y las evidencias a nuestro alrededor, pareciera que el número de cristianos se ha multiplicado en nuestros días. Muchas iglesias crecen a ritmo acelerado, las emisoras de radio y televisión cristianas prosperan, la música y los artistas cristianos se ven y se oyen por todas partes.   

Pero hay una contradicción en esto. A pesar de que la cultura cristiana es cada vez más visible, las doctrinas bíblicas de la regeneración, el arrepentimiento, la justicia por la fe y la conversión son casi ignoradas en los púlpitos  o son aplicadas defectuosamente a la conciencia de los pecadores. Pocos son los púlpitos donde se explican de manera clara, fiel y penetrante estas verdades. En lugar de eso, los predicadores invitan a la gente a "aceptar a Cristo" y para que la gente "acepte" usan cuanto método, oferta y adaptación mundana haga posible esto. De esta manera, las doctrinas que convierten y conducen a los pecadores a la salvación son cambiadas por estrategias que los emocionan y los conducen a un convencimiento estéril y falso.           

Es así como las iglesias llenan sus bancas de inconversos que todos piensan que están convertidos. Por eso no es extraño que las iglesias estén llenas de mundanalidad y problemas, y que los pastores estén cargados por el estrés y la confusión. Esto también explica el mercantilismo, la manipulación, las falsas doctrinas y los falsos maestros.   

Verdaderamente, hay una gran diferencia entre aceptar a Cristo y ser convertido por el poder del Evangelio de Cristo. Y esta diferencia incide enormemente en la vida de los creyentes y de las iglesias.  

Aceptar a Cristo es una frase que pretende expresar la idea bíblica de que el pecador debe creer en Jesús para ser salvo.  En ese sentido podría ser aceptable.  El problema está en lo que la frase ha llegado a significar, en la forma en que se usa, y sobre todo en lo que no explica, ni puede explicar con respecto al verdadero arrepentimiento, fe, conversión y regeneración.       

Mientras una persona ignore lo que significa la verdad y sea ajena a la experiencia de ser regenerada, aunque haya "aceptado a Cristo" cien veces, no es convertida.  Mientras los ministros no prediquen las doctrinas del Evangelio con claridad y fidelidad, y no las apliquen de manera práctica a la vida de sus iglesias, las multitudes pueden abarrotar los servicios y profesar ser cristianas pero van a seguir inconversas. 

Esta deficiencia en la proclamación, el conocimiento y la experiencia de la conversión bíblica ha creado una gran crisis en la iglesia.  Y esta crisis se agrava cuando se le añaden verdades a medias como la diseminada en la frase “aceptar a Cristo” que representa una idea incompleta y distorsionada del mensaje del Evangelio.

J.I Packer, refiriéndose a la confusión de los evangélicos respecto a la vida cristiana causada, por esta situación dice,

No hay duda de que los evangélicos están hoy día en un estado de perplejidad y desorientación.  En asuntos como la práctica del evangelismo, la enseñanza de la santidad, la edificación de la vida de las iglesias locales, la tarea de los pastores con las almas y el ejercicio de la disciplina, hay una notable insatisfacción por la forma que se hacen las cosas y una creciente incertidumbre sobre cómo hacerlas en el futuro. 

Packer continúa diciendo:

Este es un fenómeno complejo al cual han contribuido muchos factores.  Pero al ir a la raíz del asunto encontramos que al final estas perplejidades se deben a que hemos perdido la conexión con el evangelio bíblico…sin darnos cuenta, durante el pasado siglo, hemos cambiando el evangelio por un producto substituto que aunque luce similar en algunos de sus detalles, es decididamente algo diferente cuando lo vemos como un todo (Introducción a "La Muerte de la Muerte en la Muerte de Cristo" por John Owen).

          El punto esencial de esta vasta crisis es que un gran número de gente que se considera cristiana, que es recibida en las iglesias como cristiana, y que hasta llega a ocupar posiciones de ministerio, nunca se han convertido aunque hayan “aceptado a Cristo.” Esto nos habla de la gran necesidad de la conversión de los pecadores, y sobre todo nos advierte que acaso nuestra primer campo misionero, aparte de nuestras casas, sea la misma iglesia donde tantos parecen necesitar conversión. Esto es, en realidad, un motivo de llanto, ruego y humillación.  

          Spurgeon, hablando de las lágrimas de Pablo por los falsos profesantes del evangelio a los que llama "enemigos de la cruz de Cristo" en Filipenses 3.18-19, dice:

Nunca leo que el apóstol haya llorado cuando era perseguido.  Creo que no hubo lágrimas en sus ojos cuando los soldados azotaban su espalda con crueles latigazos. Al leer de sus prisiones, leemos que cantaba, pero nunca que lloraba…Sin embargo Pablo lloró por los falsos cristianos. Yo le llamo a esto, una angustia extraordinaria porque este hombre no era sentimentalista. Este hombre que raramente, si es que alguna vez lloró por sus más terribles pruebas lloraba por la culpabilidad, por las consecuencias y por la condenación de los falsos creyentes…( http://www.spurgeon.org/sermons/0102.htm). 

Un fundamento Podrido


(Traducido de John Owen: “The Duty of Pastors and People Distinguished") 

El pueblo de Dios no solo debe escudriñar la Escritura sino examinar y probar con ella la doctrina que se le enseña desde los pulpitos.   Los cristianos no deben ser “niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error (Efesios 4.14).  Debemos estar conscientes que no todo lo que se enseña desde los pulpitos es fiel al Evangelio.  

¿Qué hay que hacer entonces? ¿Ceder a cada halito y soplido de las falsas doctrinas?  ¿O probar las doctrinas por la Palabra de Dios y si no se ajustan a ella desecharlas como la sal que ha perdido su sabor?  ¿No debe el pueblo guardarse de los falsos profetas, que vienen vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces (Mat. 7.15)?”  ¿Y cómo se hace esto? ¿Qué forma hay de probar estas doctrinas por su regla verdadera? 

En esto días malos que vivimos escucho diariamente a los cristianos quejarse de que hay tantas diferencias y contrariedades entre los predicadores que no saben qué hacer ni qué creer.  Mi respuesta es: cumple tu responsabilidad y vas a acabar con ese problema  ¿Hay alguna contrariedad en el libro de Dios? Por supuesto que no. Entonces, apoya tu fe en ella, no en las opiniones de los hombres; la Biblia es la piedra angular. 

Que haya tantas diferencias entre los maestros es culpa de ellos que deberían pensar la misma cosa.  Pero que esto sea tan conflictivo para ti es tu propia culpa por descuidar la responsabilidad de probar todas las cosas por la Palabra de Dios 

¡Qué triste será tu condición si dependes de la autoridad de los hombres para las cosas celestiales!   El que edifica su fe sobre los predicadores, aun sobre los que predican la verdad, y pretende creerla, ciertamente no tiene fe sino una opinión inconstante edificada sobre un fundamento podrido.  Así que cualquier cosa que se te enseñe debes ir “¡a la ley y al testimonio!  Y si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido (Isaías 8:20).”