¿Por Qué Amamos la Casa de Dios?

Por Víctor B. García
El Salmo 84 ha sido crucial en la vida de los santos a través de la historia para comprender el amor a la iglesia local. Nos muestra que los verdaderos creyentes son fervientemente devotos a la comunión unos con otros en la iglesia local como resultado de su entendimiento vigoroso de Dios y de Sus caminos.

El salmista es explicito acerca de su amor y su deseo: "¡Cuán amables son tus moradas, oh Jehová de los ejércitos! Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová; mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo" (vv. 1-2). Aquí no hay vacilación, duda o desgano. El amor a la casa de Dios es algo solido y bien establecido en el corazón de un verdadero hijo de Dios.  

En la casa de Dios los creyentes encontramos una protección y un refugio que no se encuentra en ningún otro lugar en el mundo. Las vividas y poéticas referencias en este salmo al gorrión que halla casa y a la golondrina que pone nido para sus polluelos cerca de los altares del Señor (v.3) habla de esto. El propósito obvio de esta pintoresca referencia es que pensemos, "si aun estas pequeñas aves encuentran refugio y seguridad en los altares de Dios, ¿Cuánto más han de encontrarla sus santos?"  Por eso, en el salmo 27 David le pide a Dios y hace la promesa de buscar  "que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida," ¿y por qué?  "Porque Él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal; me ocultará en lo reservado de su morada" (Sal. 27.4-5). 
El verdadero creyente encuentra refugio en la casa de Dios, no porque allí todo sea idílico y perfecto, o porque la gente de la iglesia sea infaliblemente amorosa y esté siempre dispuesta a ayudarnos, sino porque allí Dios ha prometido su presencia y allí encontramos lo que nuestra alma necesita y lo que es más importante para nuestro bienestar eterno y espiritual. Allí encontramos la verdad de Dios que nos guía, la gracia de Cristo que nos perdona y el consuelo del Espíritu que nos alienta. 

Además, en la casa de Dios encontramos fortaleza en medio de las pruebas y las lagrimas. El salmista dice: "Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas, En cuyo corazón están tus caminos.  Atravesando el valle de lágrimas lo cambian en fuente, cuando la lluvia llena los estanques. Irán de poder en poder; verán a Dios en Sion" (vv. 5-7).  Originalmente, cuando el salmista dijo esto, se estaba refiriendo a los peregrinos que se encaminaban hacia Sion, al templo en Jerusalén durante las fiestas anuales, anhelando llegar y fortaleciéndose con la esperanza de encontrarse allí con Dios.  Muchos de ellos tenían que atravesar caminos largos e inhóspitos, y para ellos llegar a Sion requería un gran esfuerzo e implicaba grandes peligros que eran aliviados por la fortaleza que encontraban en Dios: " Irán de poder en poder; Verán a Dios en Sion" (v.7).  Eso es la iglesia para los verdaderos creyentes en medio de los caminos de la vida que están llenos de tentaciones, dificultades, peligros espirituales y dolor. Allí encontramos fortaleza pues en ella experimentamos un anticipo de la gloria que un día gozaremos en la Sion eterna y celestial hacia donde nos dirigimos.

Pero este salmo nos enseña también la importancia de la oración, no solo por nosotros y por los santos, sino por los líderes de la iglesia. El salmista intercede aquí por el rey: "Mira, oh Dios, escudo nuestro, y pon los ojos en el rostro de tu ungido" (v.9).  Nosotros sabemos que Dios ha instituido la iglesia y dentro de ella ha instituido pastores que necesitan las oraciones y el apoyo espiritual del pueblo como lo hicieron Aarón y Hur en la cumbre del collado mientras Josué combatía a Amalec en Refidín (Ex. 17.8-13). Los apóstoles pedían constantemente oración por ellos y por los pastores que predicaban la palabra a fin de que fuesen fieles, que hablasen con denuedo, que fuesen guardados de los enemigos de la verdad y que así la palabra corriese y fuese glorificada (Ef. 6.19-20; 1 Tes. 5.25; 2 Tes. 3.1; Heb. 13.18).  Eso es algo que todo creyente no debe dejar de hacer para que en la casa de Dios siempre haya hombres fieles que prediquen la palabra de Dios con denuedo y alimenten así el alma del pueblo de Dios y presenten el evangelio a los pecadores.

Finalmente, con belleza y precisión poética, este salmo establece que una de las marcas indispensables de un verdadero creyente es su profundo compromiso espiritual con la casa de Dios. El salmista dice: "mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos." Todo hijo de Dios cuya vida espiritual es sana, madura y robusta está completamente de acuerdo con esto.  Todos los santos del pasado lo creyeron y lo vivieron; y los creyentes en todo lugar, ayer y hoy siempre, dicen con este salmo: "escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, que habitar en las moradas de maldad" (v.10). Amar a Dios es inseparable de amar la casa de Dios. Allí encontramos refugio, fortaleza y alimento para nuestra alma. Allí contemplamos la hermosura del Señor y aprendemos lo que necesitamos para honrarlo aquí y para nuestro trayecto hacia la eternidad.

El salmista concluye expresando lo que Dios es para sus hijos y lo que Él da a los le conocen y le buscan con integridad. "sol y escudo es Jehová Dios; gracia y gloria dará Jehová. No quitará el bien a los que andan en integridad. Jehová de los ejércitos, dichoso el hombre que en ti confía (vv. 84:11-12). Dios da luz, protección, gloria, beneficios y alegría a los que andan íntegramente con su confianza puesta en Él.  Estas son grandes y preciosas bendiciones, pero las obtienen los que aman y usan bien este maravilloso medio de gracia que Dios nos dio: la iglesia local, y en ella, la comunión con los santos (Salmo 133).  

Alarma Contra el Terrorismo y el Pecado

Por Víctor B. Garcí

La realidad y gravedad del terrorismo tiene paralelo con la realidad y gravedad del pecado.  

Hace algunos años, antes de los horrendos ataques de septiembre 11, 2001 contra la torres gemelas en NY, Ike Seamans, un ex-corresponsal de la cadena de televisión NBC realizó varios reportajes sobre el terrorismo y los ataques químicos y biológicos contra la población.  En ellos los expertos predecían que no había que preguntarse si los Estados Unidos podrían ser víctima del terrorismo sino cuándo eso sucedería. Pero en aquellos días a nadie le importó ni se mostró alarmado.  Según Seamans esto se debía a que la gente pensaba “eso no puede suceder acá.”

Después de los ataques del 11 de septiembre, NBC 6 volvió a presentar los reportajes de Seamans.  La respuesta de los televidentes fue de ira y repulsión: “¿Porque nos asustan con esto?  Mis niños no pueden dormir después de ver sus reportajes.  Yo no quiero saber esas cosas. Nunca lo voy a ver de nuevo.”  

Seamans comenta: “tal vez las historias fueron muy crudas y un reportero más sensitivo podría haberlas suavizado con frases vacías como ‘No hay por qué preocuparse.  Tengan fe.  Todo va a estar bien’  Desafortunadamente, yo tenía que reportar el terrorismo con un tono de urgencia.  Habiendo experimentado tan de cerca el terrorismo yo sabía que era solo cuestión de tiempo antes de que ese horror invadiera mi propia patria.  Yo sentía la necesidad de hacer sonar la alarma.” (Lessons from Israel, Miami Herald, 10/4/01)
 
La espantosa realidad y gravedad del terrorismo tiene paralelo con la realidad y gravedad del pecado y sus consecuencias.  Así como la complacencia de una vida cómoda y tranquila hizo pensar a los norteamericanos que no había que preocuparse por el terrorismo, así los pecadores no sienten ningún problema con el pecado. 

Tú probablemente amas el pecado pero no lo reconoces, no sabes las graves consecuencias de ese amor, y te incomoda cuando alguien te lo señala.  Si supieras la realidad del pecado y cómo Dios juzga a los que lo aman pensarías en esto más seriamente.  Por tu bien debes hacer algo al respecto.  Debes pensar que un día Dios te juzgará y ¿qué será de ti si Él encuentra que viviste tu vida terrena en el pecado sin arrepentirte y creer en el Salvador?  Debes saber cuáles son las consecuencias de amar el pecado. Examina la lista que viene a continuación, hazte una evaluación personal y descubre por ti mismo si eres o no un amante del pecado.

Quien ama el pecado siente repugnancia cuando se le habla seriamente de él, pero no siente repugnancia por su vida de pecado   
Parece una contradicción, pero quienes más aman el pecado desprecian hablar sobre él excepto  para trivializarlo, reírse o gloriarse en él, o para juzgar a quienes, según ellos, cometen pecados verdaderamente graves.   

Quien ama el pecado sabe vivir en el pero no sabe nada sobre él  
El pecado es engañoso y produce infatuación.  Quien vive en el pecado, como los borrachos, no reconoce su condición.  Sabe vivir con eso, sabe minimizar, justificar, disfrutar, ocultar y practicar calibradamente su pecado.  Lo que no sabe es lo que Dios dice sobre el pecado, no sabe en qué consiste, no sabe cómo vencerlo ni sabe que hay un salvador que murió para perdonarlo.  Piensa que el pecado es un concepto medieval del que solo hablan los religiosos fundamentalistas y la gente morbosa y obsesionada.   

Quien ama el pecado no se da cuenta que ofende a Dios continuamente   
Dios es juez justo y está airado contra el impío todos los días (Salmo 7.11)  pero quien ama el pecado no cree eso pues ignora la santidad de Dios y la profunda corrupción de sus iniquidades.  Él se engaña a si mismo pensando que sentir remordimiento es suficiente para tranquilizar a Dios, que Él no puede ser tan severo, que los "pecadillos" que él comete no son tan graves, que es mejor ser un pecador sincero que un religioso hipócrita y que algún día se arrepentirá y se consagrará a Dios.    

Quien ama el pecado se siente bien y se consuela a sí mismo con sus buenas obras y sentimientos 
Irónicamente, a los pecadores les atrae la religión aunque no la practican. Ellos admiran, de lejos, a los cristianos verdaderos, aunque cuando los conocen de cerca los acusan de religiosos fanáticos.  Se sienten buenos y espirituales, especialmente, y en tiempos de crisis y tragedias hablan de orar, de tener fe, de amar a Dios, de unirse y de hacer el bien.  A veces van a la iglesia y se sienten inspirados.  Algunos están afiliados a la religión y la practican externamente, sin mucho compromiso para no volverse fanáticos ni caer en la hipocresía.  Les encanta la inspiración y la espiritualidad espumosa que toca los sentimientos.  Lo que no pueden tolerar es tener que abandonar su pecado. 


Quien ama el pecado no teme a Dios ni ve la gravedad de su pecado 
El temor a Dios es repulsivo para los que aman el pecado porque ellos interpretan el amor de Dios como si Dios fuese un ser que no se indigna, no condena, ni juzga a los pecadores.  Ellos creen que van a salir impunes aunque amen lo terrenal más que a Dios, aunque lo releguen a un segundo plano, jueguen con Su Nombre, violen sus mandamientos, abusen de Sus dones y rechacen a Su Hijo que murió en la cruz. Ellos dicen, "Dios es amor y misericordia," pero solo usan su misericordia para lo que les complace, no para arrepentirse de su pecado porque no quieren dejar su vida carnal.  Ellos quieren la misericordia que requiere arrepentimiento para vida eterna hasta que hayan disfrutado la última gota del placer que les brinda su pecado.  Mientras tanto, que Dios espere y se aguante, que según ellos no hay nada que temer.