¿Cómo Puede el Dios Justo Justificar al Impío?


Justificar al impío es imposible y abominable. Ningún juez tiene la autoridad para hacerlo. La escritura dice: “El que justifica al impío, y el que condena al justo, Ambos son igualmente abominación a Jehová” (Proverbios 17.15).  Sin embargo Dios se proveyó maravillosamente a Sí mismo una manera de justificar al impío culpable. ¿Cómo? Por la muerte de su Hijo en la cruz.

 En la cruz, Dios hizo una transferencia en la cual la maldición del pecador que cree le es imputada a Jesucristo y la bendición e inocencia de su Hijo le es atribuida al pecador.  El costo de esta transferencia fue la vida infinita, santa y perfecta del Hijo de Dios; pero en el evangelio, Dios le ofrece gratuitamente al pecador el precioso regalo de la justicia de su Hijo.  Este regalo precioso y perfecto lo hemos recibido millones que en nosotros mismos no somos más que una masa de perversidad y un cúmulo de pecado cuya incorregible corrupción es una ofensa constante delante de Dios.  Dios justifica al pecador sin dejar de ser justo.  Él es el justo y el que justifica al que es de la fe de Jesús.

Todo lo que pretenda ser evangelio sin esta verdad, y toda predicación que relegue a segundo plano esta doctrina es un evangelio anatema, un engaño, un legalismo hereje y  una religión humana que sólo conducirá a la desgracia y condenación eterna a los que se apoyan en ella.  La verdad de la justicia de Dios por el evangelio es la verdad más preciosa del universo, la única verdad que le da seguridad eterna al pecador.  Esta es la verdad que debemos proclamar, defender y asimilar los que nos decimos cristianos.  Esta es la verdad que mueve a los hijos de Dios a una vida de adoración viva, santa y agradable a Dios.  Esta es la verdad que mueve a los redimidos a renovar sus mentes y a ofrecerle a Dios una adoración que los ángeles inocentes no pueden ofrecer y que, maravillados, contemplan a los impíos justificados elevar gozosamente delante del trono del Dios que nos entregó a su Hijo por ellos.   


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