La Falta de Pureza Doctrinal No es Cuestión del Intelecto Sino del Alma

Teología es la enseñanza de cómo vivir para Dios (William Ames)
Y dije: Siempre andan vagando en su corazón, Y no han conocido mis caminos (Hebreos 3:10)  

Esto es lo que se oye comúnmente entre los cristianos de hoy día: “la teología es complicada, impractica, divisiva y creada por los hombres; no la necesitamos porque nos basta con la Biblia.”  Esta actitud ha hecho que la búsqueda de la pureza doctrinal sea una ciencia abandonada y el resultado ha sido la multiplicación de predicadores y maestros religiosos que interpretan la Biblia según sus ocurrencias, conveniencia y emoción.  

Cuando la teología bíblica seria, histórica y confesional es menospreciada, brotan en su lugar doctrinas deformes, caprichosas y peligrosas creadas por los que dicen que no necesitan teología.  Por eso, la  predicación bíblica escasea en las iglesias.  Por eso el legalismo, el misticismo, la manipulación sicológica y las herejías ha invadido los pulpitos.  Sin una doctrina sana el evangelio se corrompe y los líderes errados, ambiciosos y pragmáticos se enseñorean de las iglesias movidos por metas mundanas no por la Palabra de Dios. 
  
Ciertamente, el pragmatismo (el uso de métodos para lograr resultados inmediatos) y el sentimentalismo (la manipulación emocional para producir sensaciones gratas) son eficaces para atraer gente, pero los verdaderos predicadores del Evangelio no usan esas estrategias.  Ellos saben que una verdadera iglesia tiene que trabajar espiritualmente no estratégicamente.  Su labor es más lenta y ardua pues no busca complacer a los hombres sino transformarlos a la imagen de Cristo; no usa la palabra de Dios para manipular a la gente sino la obedece buscando glorificar a Dios.  Su meta es la conversión de los pecadores y la santificación de los creyentes, no la multiplicación de los asistentes.  Su visión no es cuestión de números, edificios e influencia sino de fidelidad a la verdad, vidas transformadas y pureza doctrinal.

El menosprecio por la teología no es asunto del intelecto sino del alma.  No se debe a la falta de estudio sino a la falta de interés por la verdad.  La ausencia de una doctrina bíblica coherente y sana es fruto de corazones erráticos que quieren ver las obras de Dios pero no conocen sus caminos, que prefieren los resultados que la verdad.  Siendo así las cosas, no es de extrañar que la autoridad de los hombres y la influencia del mundo sean más visibles en la iglesia que la autoridad de las escrituras y la influencia del Espíritu de Dios. 

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