No Hay Otro Evangelio


Años atrás recibí una “revelación.” Sucedió  mientras leía la revista Carisma deseando saber más del movimiento del Espíritu de Dios en la iglesia de Cristo. La "revelación" no vino por una experiencia sobrenatural ouna "palabra profética," "apostólica" o testimonio y experiencia de poder.  Vino a través de la propaganda de las conferencias, seminarios, convocaciones y campañas que allí se anuncian.  Casi sin excepción la propaganda anunciaba a los salmistas, cantantes, grupos musicales, grupos de coreografía, apóstoles, profetas o profetizas que habrían de participar. Anunciaban también los precios, las comidas y las comodidades que se ofrecían en el evento. Los temas de cada evento eran descritos con palabras como “explosivo, apostólico, sobrenatural, profético, poderoso o internacional” y prometían cosas como “revelación, prosperidad, milagros, unción o victoria.”  Lo mas revelador de esta "revelación" era la notable ausencia de Cristo y de las doctrinas bíblicas de la gracia, la santidad de Dios, la regeneración y la autoridad de la Escritura. 

Después de algún tiempo en el que comprobé que el sensacionalismo era un patrón establecido en este tipo de eventos, el resultado fue de un total rechazo a ese sistema.  Suficiente.  No se puede ser un cristiano bíblico y sano en una atmósfera donde se enfatiza lo marginal, se exalta a los hombres y se pervierten y sofocan las doctrinas bíblicas esenciales. No es bueno, seguro, honesto ni escritural dejarse manipular ni ser manipulado por estrategias de mercadeo de gente que pretende ser tan elevada espiritualmente y está tan enfocada en el éxito y en las reuniones multitudinarias que considera el evangelio como cosa común y ordinaria, relegándolo a segundo plano y predicando tan poco de él que no presentan sino una sombra sin substancia cuyo poder redentor y santificador es anulado.  ¿Cómo es posible anunciar con bombos y platillos eventos cristianos donde se ofrece de todo menos la cruz, la gracia, la santidad de Dios, la justicia de Cristo y la autoridad y suficiencia de la Escritura? ¿Cómo es posible honrar a Dios en un sistema pervertido donde los “ungidos” suplantan la gloria del evangelio de Cristo y su cruz con doctrinas de prosperidad, sobrenaturalidad y victoria que ultimadamente consisten de abusos y manipulaciones doctrinales y emocionales más que de la verdad bíblica?

Un remedio precioso para esta infausta epidemia es el evangelio que predicaban los puritanos y los reformadores. Si quieren degustar y alimentarse con ese evangelio les recomiendo el libro “No Hay Otro Evangelio” de Carlos Spurgeon. Para que lo saboreen un poco les ofrezco aquí la introducción.

No Hay Otro Evangelio 
por Carlos Spurgeon
"Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres"
INTRODUCCIÓN
De Spurgeon se sabe que fue un gran predicador; que miles y miles de almas se convirtieron bajo su ministerio; que fue bautista, y que dio muestras prodigiosas de una ironía sana y oportuna desde el púlpito. Se conocen y repiten muchas de sus anécdotas e ilustraciones; pero poco, muy poco, se sabe del contenido doctrinal de su predicación. Se supone y se cree ¡claro está!, que fue sano en sus creencias; pero en qué consistía la ortodoxia “spurgeoniana” ¡ah!, eso ya son aguas de otro molino. Pero aún así, lo que muchos protestantes no pueden ni tan siquiera imaginar, es que la sana predicación de Spurgeon descansara en aquellas gloriosas doctrinas bíblicas comúnmente conocidas bajo el nombre de calvinistas.

En el prólogo del primer volumen del “New Park Street Pulpit” -de cuya colección provienen los sermones de este libro; Spurgeon decía: “Recurrimos con frecuencia a la palabra calvinismo por designar esta corta palabra aquella parte de la verdad divina que enseña que la salvación es sólo por la gracia”. Y añadía: “Creemos firmemente que lo que comúnmente se llama calvinismo no es más, ni menos, que aquel sano y antiguo evangelio de los puritanos de los mártires, de los Apóstoles y del Señor Jesucristo.”


Spurgeon se mantuvo siempre fiel a las doctrinas de la gracia. Las páginas de este libro -como toda la producción literaria del gran predicador-, están estampadas con aquel inconfundible sello del Soli Deo Gloria (Solo a Dios la Gloria) tan genuinamente bíblico. Y como sucede siempre que el Evangelio es predicado en toda su pureza, la oposición de la mente carnal no tarda en desatarse. ¡Cómo odian los hombres a quienes exaltan la soberanía de Dios! ¡Y con cuán poco escrúpulo la desfiguran! Modernistas y arminianos hicieron causa común en un intento vano para acallar la voz evangélica del joven predicador. La crítica más mordaz y severa se volcó sobre él; su nombre era satirizado en la prensa y “pateado por la calle como una pelota de fútbol”. El 25 de octubre de 1856, un semanario londinense escribía: “Creemos que las actividades del señor Spurgeon no merecen en lo más mínimo la aprobación de sus correligionarios. Apenas hay un ministro independiente de cierta categoría que esté asociado con él”. Y todo como resultado de sus convicciones doctrinales.

Con referencia a los sermones que tienes en tus manos, lector, Spurgeon comentaba: “Nada más hiriente queda por decir en contra de ellos que no se haya dicho ya; las formas más externas de vejación ya se han agotado; se ha llegado ya al no-va-más del vocabulario ofensivo, y las críticas más mordaces ya no pueden contener más veneno”. Con todo, Spurgeon se gozaba en el glorioso hecho de que Dios había estampado estos sermones con el sello de numerosas conversiones genuinas. Y aun después de la muerte del gran predicador, el Espíritu de Dios se sirve de estos mensajes -que son locura y escándalo a la mente carnal- como medio de salvación para muchos pecadores. (Uno de los traductores de estos sermones fue alcanzado por el poder de la gracia de Dios a través de la lectura de los mismos en su versión original).

Spurgeon se alzó ante la rutina y la superficialidad. El Señor usó para desempolvar las biblias de una multitud de “cristianos del domingo,” y despertarlos a la realidad de su condición. Y eso no podía conseguirse por la predicación del Spurgeon tradicionalmente conocido por los lectores hispano-parlantes. Era necesaria la publicación de sermones íntegros de ese sirvo de Dios para que fuese por fin conocido.  Acostumbrados como estamos a la predicación superficial y soporífera de nuestro tiempo, la lectura de estos sermones causará, por necesidad, revuelo espiritual en los círculos protestantes de habla hispana. Estos mensajes son llamadas directas al espíritu y exigen -como contestación-, un examen profundo de nuestra pretendida fe cristiana.

No tengas temor, tú que nos lees, de contrastar tus creencias y examinarlas a la luz de la Escritura. “Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma” (Jeremías 6:16). ¿Contestarás: “No andaremos”? La voz que resuena en estos sermones es la del atalaya, y dice: “Escuchad la voz de la trompeta.” Por amor de tu alma no respondas: “No escucharemos.” Publicamos estos sermones, no sólo para que se conozca al verdadero Spurgeon, sino, sobre todo, para que se conozca el verdadero Evangelio: EL EVANGELIO DE LA GRACIA DE DIOS.

Nota: Para leer el texto completo del libro oprima el titulo de este artículo

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