Los Enemigos Más Grandes y Cercanos a Nuestros Hijos

Víctor B. García 
La necedad está ligada en el corazón del muchacho (Prov. 22.15)
El muchacho consentido avergonzará a su madre (Prov. 29.15)
La vida esta llena de enemigos y peligros para el alma de nuestros hijos. Pero contrario a lo que el mundo piensa, los peligros que más los amenazan no vienen de la calle sino que se encuentran en su propia casa.  De hecho, esos peligros están con ellos desde que nacen y son lo más cercano que ellos tienen en su vida ¿Y qué hay más cercano a nuestros hijos que su propio corazón y sus propios padres? Es de allí de donde pueden surgir los dos más grandes peligros para el alma de nuestros hijos.  

¿Cómo es posible tal cosa? Como puede ser un niño un peligro para si mismo, ¿y como puede un padre llegar a ser lo más peligroso para el alma de ese niño? He aquí la respuesta:

1.  El niño es un peligro para si mismo si no aprende que nace con un corazón necio, engañoso y perverso:
Dios nos advierte sobre la realidad y el poder de ese peligro cuando nos dice, “la necedad esta ligada en el corazón del muchacho” (Prov. 22.15) y “engañoso es el corazón mas que todas las cosas, y perverso” (Jer. 17.9).  Es decir que el niño, desde que nace, viene inclinado a ser necio, egoísta, rebelde y espiritualmente insensible.

Ningún niño necesita malos consejos, malas influencias o malas amistades para ser desobediente y mentiroso. El ya nace con esas tendencias y con la capacidad de ser así.  Eso le brota naturalmente.  Por esa razón, estrictamente hablando, no hay “niñitos buenos.” Hay niños más tranquilos, más dóciles y mejor portados que otros, pero ninguno hay que sea “bueno” en el sentido espiritual, porque a todos, incluyendo a los mejor portados, se les aplica la verdad de que la necedad esta ligada en sus corazones.  Pablo dice, “no hay diferencia, por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Rom. 3.23) y David reconoció, “en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre” (Sal. 51.5).

Cuando un niño no es conciente de estas realidades y no es equipado para contrarrestar la fuerza pecaminosa de su corazón, él se convierte en el peligro más grande  que pueda haber contra su propia alma. Un niño sin esa conciencia y sin la instrucción debida no temerá a Dios, no respetara a sus padres, ni tendrá consideraciones para nadie excepto cuando le convenga, será un niño consentido, y la Escritura dice, “El niño consentido avergonzara a su madre” (Prov. 29.15).

2.  Los padres son un peligro para los niños si son pasivos en cumplir el mandato de criar a sus hijos en la disciplina y amonestación del Señor
Hay padres peligrosos por que abusan de sus hijos corporal, emocional o sexualmente; otros por que son irresponsables de las necesidades materiales y emocionales de sus hijos.  Pero no se necesita ser un padre degenerado o irresponsable para ser peligroso. Basta con ser espiritualmente pasivo, con no ocuparse del alma de los hijos, con no disciplinarlos, con negarse a corregir sus malas acciones, y con no comunicarles e implementar en sus vidas las verdades de Dios.

Todos los padres dicen que aman a sus hijos. Pero con frecuencia su amor es ese amor sentimental que brinda al niño regalos materiales y bienestar físico pero que descuida inculcarle la disciplina y el temor de Dios; y ese amor es peligroso pues descuida lo más esencial. De acuerdo a la Palabra de Dios ese no es amor sino aborrecimiento: “El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo castiga” (Prov. 13.24).

El padre que dice que no puede castigar a su hijo, que no lo puede controlar, que no puede hablar con él, que no le puede enseñar, ese es un padre que ha claudicado de su responsabilidad y ultimadamente se constituye en un peligro para su hijo. ¿Cómo? ¿Por qué? Por que teniendo la encomienda, la autoridad y el poder para proteger a su hijo, lo está desamparando y entregando a las fuerzas destructivas de la ignorancia espiritual y la rebelión.  Los niños no solo son frágiles e ignorantes sino que están infectados por el pecado original, inclinados a lo malo, por eso Dios los pone bajo el cuidado de padres para que estos los protejan, los instruyan y los disciplinen.

Un niño sin instrucción será victima de los peligros de la calle—las malas amistades, la impureza sexual, la droga, la violencia o el paganismo. Sin embargo, antes de caer en las garras de esos enemigos, ya fue victimizado por una mala instrucción paternal.  Criar a un hijo sin la instrucción bíblica es como enviar un explorador a la montana sin brújula, sin mapa y sin provisiones o un soldado a la batalla sin armas ni equipo adecuado. Es en este sentido que los padres se pueden constituir en un peligro para sus hijos.  

Cualquier hijo puede desviarse cuando ya tiene la edad de decidir por sí mismo aun si ha sido instruido y criado correctamente.  Pero si el niño se arruina y se desvía por la negligencia de los padres, esos padres se constituyeron en el mayor peligro para sus hijos.

¿Como combatir y evitar esos peligros? La Biblia nos da estos consejos:
  • No rehúses corregir al muchacho; porque si lo castigas con vara no morirá. Lo castigaras con vara y libraras su alma del seól (Prov. 22.13).
  • Corrige a tu hijo y te dará descanso, y dará alegría a tu alma (Prov. 29.17).        
  • Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no apartara de el (Prov. 22.6).
  • Castiga a tu hijo en tanto que hay esperanza, no te hagas cómplice de su muerte (Prov. 19.18 NVI).
  • Criad a vuestros hijos en la disciplina e amonestación del Señor (Ef. 6.4).

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