El Regocijo de Dios en su Creación

En el principio creó Dios los cielos y la tierra (Génesis 1:1)
Alégrese Jehová en sus obras (Salmo 104:31)

Trate de imaginarse algo que viaja a más de trescientos mil kilómetros por segundo. Esa es la velocidad de la luz. Imagine esto otro: algo que está a más de veinticuatro trillones de kilómetros de nosotros. Esa es la distancia de la estrella Alfa Centauro, la más cercana a la tierra después del sol. La Alfa Centauro está tan lejos que su luz se tarda cuatro años en llegar a la tierra a la velocidad de 300 mil kilómetros por segundo. Así que el brillo que vemos hoy de esa estrella salió de allá hace cuatro años.

¿Sabe cuántas estrellas se pueden ver sin la ayuda de ningún aparato? Como mil doscientas. Con la ayuda de binoculares o un telescopio barato se ven más o menos tres mil trescientas. Y los científicos con sus poderosos telescopios pueden ver más de doscientos millones—y esto solo en nuestra galaxia, la vía láctea.

Hasta 1915 los astrónomos creían que la vía láctea era la única galaxia que había en el universo. En 1925, el astrónomo Edwin Hubble descubrió que existían otras galaxias que se extendían por más de seis millones de trillones de kilómetros más allá de la nuestra. El profesor Hubble probó que en el universo existía un número de galaxias tan grande como el número de estrellas que hay en nuestra galaxia. Según los astrónomos modernos el número de esas galaxias puede ser como de diez billones.

Esta asombrosa inmensidad, imposible de imaginar, es la creación de Dios. El la hizo así, inmensa, arquitectónicamente extraordinaria, colorida y hermosa. Cuando consideramos la maravillas de la creación desde la perspectiva del capitulo uno de Génesis con su relato metódico y descriptivo vemos la grandeza científica, matemática y arquitectónica del creador. Pero en el salmo 104, en lugar de una descripción metódica encontramos una contemplación emotiva y simbólica de la creación, como para mostrarnos la grandeza artística de Dios. Allí vemos a Dios alegrándose en su creación y deleitándose en hacerle bien aun a las cosas y seres más pequeños y minuciosos como las aves del cielo, los conejos y los peces del mar.

            ¡Cuán innumerables son tus obras, oh Jehová!
            Hiciste todas ellas con sabiduría.
            La tierra esta llena de tus beneficios…
            Alégrese Jehová en sus obras. (Sal. 104.24, 31)

El Salmo 104 nos muestra a Dios jugueteando con su creación y disfrutando de ella. Lo vemos vestirse de magnificencia con su luz, habitando en ella como si fuese su casa, viajando sobre las nubes como si fuesen sus carruajes y usando a los vientos como sus mensajeros (versos 1-4).

También nos muestra la soberanía de Dios sobre su creación. Nos recuerda que fue El quien estableció los fundamentos de los cielos y la tierra y que es por sus leyes que ellas subsisten, y que El hizo todo como quiso (Versos 5-9, Sal. 115. 3).

Nos muestra cómo Dios cuida su creación con gozo y ternura. El manda los arroyos por entre los montes para que las bestias beban; hace las montañas para las cabras monteses y las peñas para que los conejos hagan sus madrigueras; le da savia a los árboles para que las aves canten entre sus ramas y hagan allí sus nidos. El fue quien creo la luna para que marque los tiempos y el sol para que alumbre y dé vida; hizo la noche para las bestias de la selva y el día para el trabajo del hombre; hizo el grande y anchuroso mar para que allí se muevan seres innumerables grandes y pequeños y las naves puedan navegar. Con razón dice el salmista:

            A Jehová cantaré en mi vida y a mi Dios cantaré 
            salmos mientras viva. Dulce será mi meditación
            en El; yo me regocijaré en Jehová (Sal. 104.33-34)

La distinción tan clara entre Dios y su creación contradice a los politeístas que tienen un dios para explicar cada fenómeno natural. Tanta gloria y majestad deja sin excusa a los ateos que dicen que no hay Dios. El cuidado minucioso de Dios por su creación invalida a los deístas que dicen que Dios no se ocupa de la tierra. La explicación clara de las Escrituras desmiente a los agnósticos que dicen que es imposible saber si hay Dios o no.

Y con tantas muestras de la bondad y sabiduría de parte del creador no hay excusa para que los científicos naturalistas sigan asegurando que el origen de la naturaleza es la casualidad, que ella se gobierna sola, que es nuestra madre y que Dios no hace falta.

Con razón, después de describir tanta maravilla, expresar tanta admiración y presentar tantas evidencias de la majestad, bondad, soberanía y sabiduría de Dios, inmediatamente antes de terminar con alabanza, el salmo expresa estas palabras de reprensión: “sean consumidos de la tierra los pecadores, Y los impíos dejen de ser” (Salmo 104:35).  (Contemple y regocíjese en las maravillas de Dios oprimiendo aquí)
 

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