¿Adoración, Gusto Personal o Provocación?

Música estridente, luces, pantallas, banderas, dramas, artistas, danzas y excentricidades emocionales… ¿Es esto adoración bíblica, manifestación del Espíritu y estrategia evangelistica o es temeridad?  ¿Es cuestión secundaria de preferencia personal y naturaleza cultural o una  desviación de los principios bíblicos de adoración que provoca a Dios?  ¿Cómo saberlo?  La respuesta la podemos encontrar en los diez mandamientos, especialmente en los primeros tres. 

El primer mandamiento y la centralidad de Dios  
No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3).  

Este mandamiento nos muestra que la adoración es debida sólo al Dios verdadero, el Dios que se ha revelado en la Biblia, el creador de los cielos y la tierra.  En esto generalmente concordamos todos los cristianos, sean presbiterianos, pentecostales, bautistas, arminianos o calvinistas.  

El segundo mandamiento y la creatividad carnal 
No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamiento (Éxodo 20:4-6).

Este mandamiento nos muestra que la adoración está directamente relacionada con la forma en que concebimos a Dios.  La peor corrupción en la adoración a Dios es inventar, fabricar o adquirir imágenes para ofrecerles devoción, veneración y respeto con el pretexto de que son representaciones de Dios o nos ayudan a acercarnos a Él.   

Pero la prohibición de este mandamiento no se limita a la adoración de imágenes de bulto; incluye la adoración basada en imaginaciones, creatividad o emociones humanas.  Aquí aprendemos que Dios no acepta ni espera que lo adoremos conforme nuestra imaginación o según nuestra preferencia personal.  El es un Dios celoso y le desagradan los métodos, formas y elementos que Él no requiere u ordena en su Palabra. 

Así que la manera de concebir la persona de Dios y ofrecerle adoración debe ser como Él lo ha revelado en su palabra; el método, la forma y los elementos de la adoración deben ser acordes a su majestad.  Esto es lo único que Él acepta.  Cambiar la adoración bíblica suplantándola por una adoración caprichosa de invención humana, implica adoración a un dios no bíblico, un dios falso—el dios de nuestra imaginación.

El tercer mandamiento y la reverencia
No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano (Éxodo 20:7)
 
Este mandamiento nos muestra que la relación con Dios requiere tal reverencia que aun su nombre debe ser mencionado con reflexión, respeto y sobriedad.  La prohibición de este mandamiento se refiere a los falsos juramentos en el nombre de Dios pero incluye falsas profecías, falsas representaciones en su nombre y todo tipo de trivialidad, extravagancia y desenfreno en su presencia como si Él lo pidiera, lo provocara o fuera indiferente a ello.  Usar el nombre de Dios irresponsable o falsamente, o hacer cosas necias o irreverentes en su nombre y en su presencia es un acto culposo que Dios no pasa por alto.  En este mandamiento Él nos advierte que no tiene por inocente al que toma su nombre en vano. 

Tenemos que entender que Dios nos ha dado sus mandamientos como guías y reguladores para la sagrada actividad de la adoración en la iglesia.  Los mandamientos nos indican que la adoración debe ajustarse a la majestad que Él revela de sí mismo y hacerse con la actitud de reverencia debida a su nombre.  Cualquier otra cosa le ofende y desagrada.  

Los mandamientos nos confirman lo que la historia bíblica nos relata: que hay una adoración que aunque sea dirigida al Dios verdadero y hecha con sinceridad y buena intención puede ofender e insultar la majestad de Dios.  Este fue el caso de Caín cuya ofrenda Dios miró con desagrado (Génesis 4.3-5), de Nadab y Abiu quienes murieron delante de Dios por ofrecer fuego extraño que El Señor nunca les mandó (Lev. 10.1-3) y de Uza a quien Dios hirió de muerte por su temeridad (2 Sam. 6.6-7).    

¿Qué manera más clara puede Dios usar para prohibir la adoración caprichosa, sentimentalista y mundana?  ¿Qué es lo que no se entiende cuando leemos que Él es un Dios celoso que visita la maldad de quienes cambian su gloria por imaginaciones terrenas y que no tiene por inocente a los que se acercan a Él con ligereza?   ¿No esto lo que leemos en Eclesiastés 5:1: “Cuando fueres a la casa de Dios, guarda tu pie; y acércate más para oír que para ofrecer el sacrificio de los necios; porque no saben que hacen mal”?  

¿Dónde caben entonces esa música estridente y frívola, las luces, los artistas, las danzas y las extravagancias que plagan las iglesias hoy día?  En medio del pueblo de Dios no.   ¿De donde vienen esas cosas? De la Escritura no. 

En el mejor de los casos, estas cosas son una provocación a la cual Dios, misericordiosamente y por amor a su pueblo sincero que participa de ello en ignorancia, no responde con severidad.  En el peor de los casos esto es una profanación y un insulto y lo mejor que un hijo de Dios puede hacer es salir de en medio de eso. 

¿O provocaremos a celos al Señor? ¿Somos más fuertes que él? (1 Corintios 10:22).

Guardaos, no os olvidéis del pacto de Jehová vuestro Dios, que él estableció con   vosotros, y os hagáis escultura o imagen de cualquier cosa, que Jehová tu Dios te ha vedado.     Porque Jehová tu Dios es fuego que consume, Dios celoso (Dt. 4.23-24).   

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