El Poder y el Engaño del Pecado

"El pecado te llevará más lejos de donde
pensabas llegar, te cobrará más caro
de lo que pensabas pagar y te retendrá
más tiempo del que te pensabas quedar."

¿Quién puede detener al pecador en su pecado? ¿Puede el padre detener al muchacho extraviado en la insolencia y rebelión? ¿Se detiene el adúltero en su pasión por la mujer ajena? ¿Se refrena el vicioso con consejo y reflexión? Tiene compasión el terrorista de sus víctimas? ¿Puedes tú dejar de hacer lo malo para vivir en total obediencia a Dios?

Aunque seas decente eres pecador

“¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿podréis vosotros hacer bien estando habituados a hacer mal?” (Jer. 13.23). Quizá tú digas, yo no soy rebelde, adúltero ni vicioso; no soy terrorista ni vivo en la maldad, trato de ser bueno y de buscar a Dios. Pero atiende a esto:  Tú puedes vivir modesta, prudente, conservadora y decentemente, puedes cuidar tus palabras y tu reputación; sin embargo, tus pensamientos son atrevidos y haces con tu mente lo que no haces con tus hechos.  Pero Dios ve muy claramente esta dimensión contemplativa e invisible del pecado.  Por eso, aunque delante de los hombres tú luces inocente, delante de los ojos de Dios eres culpable de esos pecados privados de tu corazón

Los seres humanos pecamos por naturaleza

Spurgeon lo dice así: “¡Oh, las profundidades del pecado! ¡El pecado es una cosa incomprensible! No hay agua tan profunda en la que los peces no puedan nadar; no hay cieno tan asqueroso en el que los marranos no se quieran revolcar, y no hay pecado tan despreciable que los hombres no dejen de cometer.

Juan Carlos Ryle agrega: “El hombre ciego no puede ver la diferencia entre una obra maestra de Rafael y una escultura de barrio. El sordo no puede distinguir entre el sonido de una flauta barata y un órgano de catedral. Los animales cuyo olor es el más ofensivo para nosotros no tienen idea de cuánto nos ofenden con su olor, ni tampoco se ofenden cuando se encuentran entre ellos. Así, un hombre en su pecado no puede tener una idea justa de cuán vil es su pecado ante la presencia de Dios.”


El pecado trae miseria porque afrenta la justicia y santidad divinas

El pecado ofrece placeres, y el pecador desea eso, por eso se deleita en impurezas, chismes, vicios, pereza, ambición, codicia y toda clase de iniquidad. Los impíos resuelven sus problemas pecando; ellos mienten, engañan y explotan a su prójimo. Muchos alcanzan prosperidad, bienestar y grandes deleites por medio del pecado. Pero con todas las ventajas carnales que el pecado brinda, su paga verdadera es muerte, dolor, vergüenza, y al final, al llegar a la presencia de Dios, será miseria y condenación eterna. Y ¿por qué? porque el pecado no es otra cosa que un insulto contra la santidad de Dios

El pastor puritano Thomas Watson nos explica: El pecado es una transacción tan mala que quien se mete a ello va seguro a la bancarrota. ¿Qué consiguió Acán por su bloque de oro? Ese oro fue el que cortó su alma de la presencia de Dios. ¿Qué logró Judas con su traición? Le sirvió para conseguirse una soga en la cual morir. ¿Qué logró el rey Acaz al adorar a los dioses de Damasco? Fueron su ruina y la de todo Israel (2 Cron. 28.23). El pecado al principio se presenta cómico y divertido, pero luego se vuelve trágico. Podríamos aplicar adecuadamente al pecado las palabras de Salomón, “a muchos ha hecho caer heridos” (Prov. 7.26).


Sólo la gracia de Dios te puede librar del pecado

El pecado es tan perverso y engañoso, y la naturaleza humana tan impotente, que aun los cristianos, amando a Dios y deseando vivir en obediencia, pecan. Por supuesto ellos pecan de manera diferente a los inconversos que no conocen la gracia y el perdón del Salvador. Cuando un hijo de Dios peca sufre un gran dolor espiritual porque desearía nunca haberlo hecho. Un cristiano verdadero no busca el pecado y cuando cae en él es por su negligencia en el uso de los medios de gracia que Dios le provee, pues ese descuido lo hace presa de su vieja naturaleza carnal que es seducida por el pecado. Sin embargo, pecar no es su estilo de vida, y cuando peca sabe arrepentirse humillado, sincero y anhelante de restaurar su comunión con Dios. El hijo de Dios se siente profundamente avergonzado ante Dios por su pecado y depende sólo de su gracia para vivir, pues en su anhelo de hacer la voluntad de Dios, no tiene otra alternativa más que aferrarse a la cruz de su Salvador Jesús.

El clamor sincero de un alma verdaderamente arrepentida es: “Ten piedad de mí oh Dios conforme a tu misericordia, conforme a la multitud de tus piedades, borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad y límpiame de mi pecado, porque yo reconozco mis rebeliones y mi pecado está siempre delante de mí.  Contra ti, contra ti sólo he pecado y he hecho lo malo delante de tus ojos… (Sal 51.1-4)


¿Estás tú aferrado a la cruz donde murió el inocente Hijo de Dios por el pecado? No hay nada ni nadie que te pueda librar de la monstruosa perversidad del pecado sino el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario