Las Palabras Fingidas y la Adulación en la Predicación: El Método de Svidigaylov

Svidrigaylov, uno de los personajes de la novela “Crimen y Castigo” de Feodor Dostoievsky, es un hombre inescrupuloso y manipulador que aparenta ser un caballero.   En un raro momento de honestidad, explica con cinismo y precisión lo que piensa de la verdad y de cómo tratar con la gente: 

En este mundo no hay nada más difícil que hablar con la verdad, y nada más fácil que ser un adulador.  Cuando se habla la verdad, basta una mínima nota falsa para que haya problema.  Pero cuando se usa la adulación, aunque todas las notas sean falsas, el efecto es agradable y a la gente le gusta oír.  Por ridícula que sea la adulación, siempre, aunque sea en parte, suena a verdad.  Esto funciona con gente de todo nivel social o cultural.  Con adulación se seduce a una virgen inocente, no digamos a la gente común  (Parte 6, cap. 4). 
 
Svidrigaylov obtiene placeres y ganancias con su filosofía, engañando a muchos.  A través de este personaje, Dostoievsky nos muestra cómo  el egocentrismo hace a la gente vulnerable a la manipulación de los inescrupulosos.  Tal filosofía es vil, pero es real: es la base de la vida mundana.  Es así como los disolutos, los mercaderes, los políticos y los líderes deshonestos logran sus metas.  Sin embargo, éste no es un método moderno; es tan antiguo como la tendencia de los hombres a escoger la adulación antes que la verdad.   Y si tal cosa nos suena familiar es por que la serpiente usó  este método para seducir a Adán y a Eva y separarlos de Dios.

            Con el poder de la adulación y la dificultad para hablar la verdad, no es extraño que el Evangelio de Cristo se contamine cuando cae en manos de predicadores inescrupulosos.  

            Pablo habló de esto: “Pues no somos como muchos, que prosperan falsificando la palabra de Dios” (2 Cor. 2.17).  Los predicadores fieles como Pablo no usan el “método de Svidrigaylov;” sin embargo, éste abunda en el mundo religioso pues muchos lo usan. Por eso sabemos que la adulación y el engaño no se limitan a las plataformas políticas, a los negocios o a los antros de vicio, sino que también invaden los púlpitos.  Dios lo dice en su Palabra.
            Los hombres, en su amor por la adulación están dispuestos a cambiar la verdad por la mentira.  De  allí  surge esa “sabiduría” a la que Dios llama necedad (Rom. 1.22-23, 25), la cual hace que la gente admire y siga a maestros falsos, de los cuales está plagado el cristianismo contemporáneo.

            La Biblia describe esta condición: “vendrá tiempo cuando (las multitudes religiosas) no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas” (2 Tim. 4.3-4).
   
Esa es la condición de las masas que llenan muchas iglesias en nuestros días—gente que se complace en oír hablar de Dios, cantar de Dios, emocionarse con Dios y ser bendecida por Dios, pero que no quiere oír la verdad bíblica porque no la soporta.  Y cuando existe esa condición, el resultado es la abundancia de maestros falsos que dicen lo que la gente quiere oír, omitiendo la verdad, porque después de todo, la gente no busca eso.  Es aquí donde vemos la manifestación de la filosofía y el método de Svidrigalov entre los cristianos.

Así que, la gente que busca adulación,  entretenimiento y sermones suaves, atrae a maestros deshonestos y astutos.  Y esta atracción  aunque destructiva, es lamentablemente muy popular.  Por eso es importante cómo oímos y a quién oímos.  Es vital que examinemos la condición e inclinaciones de nuestro corazón al oír la Palabra, y que maduremos en el temor de Dios y el conocimiento de la Biblia para juzgar con discernimiento espiritual a los que nos predican, no sea que estemos oyendo con placer a un Svidrigaylov.

 Pedro dice: “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negaran al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina.  Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado.  Y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas” (2 Pedro 2.1-3).   

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